Un día cualquiera

Era un día cualquiera, no especialmente claro, ni especialmente luminoso; no hacía calor, ni tampoco frío. Vamos, uno de esos en los que todo parece anunciar una jornada rutinaria. Para variar, me había levantado con el tiempo justo y empezado mi carrera habitual. Ducha rápida, desayuno de pie y, a toda prisa, a sacar el coche del aparcamiento para ir a trabajar. Por enésima vez el tráfico era infernal, pero esto tampoco representa una novedad. Para combatir el aburrimiento, conecté la radio. Sonaba una de mis canciones favoritas, “Sultan of swings” de Dire Straits. Me dejé llevar por la música y, por un momento, me pareció estar en otro lugar, lejos de la vorágine que me rodeaba. Casi sin saber cómo, había llegado ya al último cruce de la Vía Augusta. Abstraída en mis pensamientos, esperaba pacientemente a que el semáforo se pusiera verde. De pronto, un golpe sordo me trajo de vuelta a la realidad sin miramientos. Aturdida, tardé varios segundos en reaccionar. Con la sensac...