Cotidianidad alterada
Abro los ojos con la sensación de haber dormido más de la cuenta. Cuando miro el reloj compruebo que en realidad no es una sensación. ¡Me he dormido! No sé si porque no puse el despertador anoche o sencillamente lo he apagado estando dormida. Es un fastidio que sea precisamente hoy que tengo una entrevista a las nueve y ya son las ocho. Ya puedo espabilarme o no voy a llegar a tiempo; adiós a la oportunidad de repasar la lista de preguntas. Si siempre es conveniente ser puntual en este caso es imprescindible, por lo que lavarme y secarme el pelo queda descartado. Tendré que conformarme con una ducha rápida. No estaré tan glamurosa como me hubiera gustado, pero es lo que hay; el reloj no detendrá su marcha por mí. Pongo el turbo y empiezo la carrera. Me dirijo al baño para comprobar que, hoy, justamente hoy, Adrián se me ha adelantado. Y además se ha encerrado. Aporreo la puerta aunque no sirve de mucho porque tiene puesta la radio a todo meter y ni siquiera me oye. Me digo que aprove