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Mostrando entradas de abril, 2020

Frustración

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María suspiró, estaba preocupada y triste. Sabía que le causaría un gran dolor a la persona a la que más quería. La angustia la consumía pero estaba absolutamente decidida. Las cosas no iban a ir como las tenía previstas su madrina. Desde que había conocido a Paco su vida había dado un vuelco, y lo que antes le había parecido un buen proyecto ya no se lo parecía.    María era consciente de que se lo debía todo a su tía Gimena. Su madre había muerto al dar a luz y su padre, Jacinto, se sintió incapaz de hacerse cargo de ella. Tenía un sueldo mísero que a duras penas le alcanzaba para pagar el alquiler de una habitación minúscula. Todo hacía presagiar que María acabaría en la inclusa.  Por suerte para la niña, Gimena, que en esa época, era una solterona que ya había pasado de largo los treinta, no se lo había pensado dos veces y se había ofrecido para hacerse cargo de ella. Sabía que nunca se casaría y su situación económica era desahogada. Había heredado de sus padres una casa

¿Y tú a quién has salido?

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Siempre le decían: “Pero, niña, ¿y tú a quién has salido?” Y Marina se miraba al espejo sin descubrir el motivo de esta pregunta. A algunos les intrigaba el color de su cabello, y a otros simplemente les recordaba el cielo rojizo de un atardecer ventoso de verano. Pero ella, ignorante de los pensamientos ajenos, nunca dejaba de sonreír acentuando el contraste del azul de sus ojos con su tez blanca plagada de lunares dorados. Por las tardes, era muy habitual ver a Marina hacer los deberes en compañía de su amiga Elisa. Cuando el buen tiempo lo permitía, las niñas se sentaban en el patio, y así, mientras trabajaban, disfrutaban del aroma de los jazmines y la lavanda que tanto les gustaba. Una de esas tardes, Elisa interrumpió la tarea para centrar la mirada en su amiga y decirle: —A mí todo el mundo me dice que soy igualita a mi madre. Y tú, ¿a quién te pareces? Porque, ni tu padre ni tu madre, tienen esos cabellos tan rojos. —Mamá siempre me dice que soy igualita a la bisabue

Por qué no es una buena idea ver películas de terror antes de ir a dormir

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     A Felipe le encantan las películas de terror. Pero su mujer, Paula, no las soporta. Así que Felipe espera a que ella asista a alguno de sus congresos médicos  para celebrar en solitario lo que él llama “la noche del terror”. Hoy es uno de esos días y ni él sospecha lo cierto que va a ser.      No se molesta en cocinar, llama a una de esas plataformas que sirven comida a domicilio y se hace traer una pizza familiar con todos los ingredientes adicionales posibles. Saca de la nevera dos cervezas y se arrellana en el sofá frente al televisor. Va a ver un filme que le han recomendado: “Arrástrame al infierno”. El título promete.      A decir verdad, la cinta no le decepciona y, por lo menos, un par de veces da un brinco en el sofá. Todavía con el pulso a toda pastilla, deja sobre la mesa los restos de pizza y las botellas de cerveza vacías -por no hablar de las migas que se acumulan en el sofá-, y se va a dormir.      Pero no puede conciliar el sueño. En su retina se proye