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Mostrando entradas de octubre, 2022

Amor (im)posible

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  Y allí estaba yo convertida en la otra. Haciendo lo que siempre había jurado que no haría. Sabía que todos se justificaban con la misma excusa. ¿Por qué era tan crédula? Pensé en abandonarlo, en no acudir a la cita, pero fui débil. Ese día, su rostro irradiaba felicidad. Me tomó de las manos y mirándome a los ojos, me mostró un pliego y me dijo quedo al oído: "Amor, por fin podremos casarnos". Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay   Relato elegido por Diversidad Literaria en el  VIII Concurso de Microrrelatos  “Porciones del alma" para formar parte de la antología que lleva el mismo nombre.  Noviembre 2022 **************** Si te ha gustado, podrás encontrar más microrrelatos: Aquí

Jugando con fuego

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  Aitana era consciente de que no debería ir, pero Sandra, que desconocía su pasado oscuro, había insistido tanto que había acabado por aceptar. Y allí estaba ella con sus mejores galas. Le pareció una ocasión idónea para lucir el vestido de raso rojo que tenía abandonado en el armario y unos stilettos negros que no recordaba que fueran tan incómodos para caminar. Había peinado su melena castaña en un semirrecogido informal que dejaba al aire varios mechones. Cogió el bolso y se aseguró de que llevaba el DNI de su hermana. Cruzó los dedos, deseando que todo saliera bien. Cuando llegó Sandra, no pudo menos que lanzarle un silbido de admiración. No se había quedado atrás, el palabra de honor negro que lucía dejaba poco a la imaginación y su melena rubia seguía el ritmo de sus pasos. Se miraron y, casi al unísono, exclamaron: —¡Esta noche arrasamos! —y rompieron a reír a carcajadas. Entraron en el casino pisando fuerte y Aitana, sin verbalizarlo, pensó que hacía demasiado tiempo que

Muerte de un Presidente

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Lo recuerdo con bastante claridad a pesar de la lejanía en el tiempo. Fue el 22 de noviembre de 1963. La t elevisión detuvo la emisión en mitad del noticiero para lanzar un comunicado que sacudi ría al mundo : el Presidente de los Estados Unidos, John F itzgerald Kennedy, acababa de ser asesinado en Dallas. En ese momento yo era incapaz de comprender el alcance de la noticia. No fue hasta mucho más tarde que supe que se había tratado de u n magnicidio lleno de sombras y sospechas que nunca se acabarían de esclarecer. Lo cierto es que, casi de inmediato, fue motivo de elucubraciones y especulaciones infinitas. Al día siguiente, en el colegio, este hecho se convirtió en el tema de conversación favorito entre mis compañeras. No voy a decir que nos interesara la política, no. Era, más bien, el morbo que entrañaba la muerte de un símbolo: por ser el Presidente más joven que había tenido el estado americano, pero, sobre todo, porque nos parecía guapísimo. Estábamos en esa e

Sueños

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    No tenía más de cinco años cuando comencé a soñar en ser bailarina. Me imaginaba convertida en Odett e haciendo fluir su energía electrizante. Llenaría el escenario de pirouettes y pas de bourré que dejarían sin aliento a los espectadores. Las notas de Chaikovski acompañarían cada uno de mis pasos. ¡Pobre de mí! ¡Qué inocente! La realidad no se acercaría ni de lejos a mis ensoñaciones. Recorrí todas las escuelas de danza clásica con la esperanza de encontrar una que me pudiera permitir, pero el salario de mi padre, que era pescador, y el de mi madre, que planchaba la ropa de familias pudientes, llegaban a duras penas para sobrevivir. Hasta que un día conocí a alguien que me prometió que mis sueños se harían realidad. Me recomendó una academia que financiaría la formación y, a cambio, solo tendría que hacer pequeñas "concesiones" que no concretó. Mis deseos de bailar eran tan grandes que no lo dudé ni un instante. Y, sin darme cuenta, me encontré interpretando algo m