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Mostrando las entradas etiquetadas como Relaciones

El jilguero

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  El llanto de un bebé irrumpe en la noche, cuando todavía quedan un par de horas para que empiece a clarear. Marta, sin encender la luz, comprueba el reloj y palpa el otro lado de su cama que permanece vacío. Suspira y, con el gesto cansado de quien lleva demasiados días sin conseguir un sueño largo y reparador, ahora sí, enciende la lamparilla que hay sobre su mesita de noche y toma en brazos a la pequeña Inés que intensifica su llanto hasta que su madre empieza a amamantarla. Fuera, el gorjeo de un jilguero recuerda el canto de una nana. Poco a poco, a la mujer se le cierran los párpados de pura fatiga, mientras recuerda como comenzó todo. Marta y Rafa, después de varios años de convivencia, creen llegado el momento de traer un nuevo ser a sus vidas. Se dedican a la labor con entusiasmo e ilusión y planean todos los detalles. Desde la clínica donde nacerá la niña, la cuna donde dormirá, el cambiador, la silla, el cuco y hasta casi el jardín de infancia donde la llevarán cuando lle

Destino

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Después de tanto tiempo, Mauricio casi ha olvidado la razón que provocó el alejamiento de su hijo. Claro que oponerse a que se casara con aquella mujer que le llevaba quince años, cuando él acababa de cumplir los veinte, complicó las cosas entre ellos dos. Y es que, al enviudar, se sintió perdido y nunca halló la forma de tratarlo como lo hacía ella. Lo cierto es que la relación padre e hijo se fue enfriando, y ahora ya hace diez años desde la última vez que se vieron. Fue terco y nunca quiso dar el primer paso, convencido de que su hijo tarde o temprano acudiría a él. Por su parte Ramiro, con el transcurso de los años, fue comprendiendo que algo de razón tenía su padre. Que aunque él se creía perdidamente enamorado de Eloísa, la verdad era que ser objeto del amor de una mujer “madura” le hacía sentirse importante y deslumbrado, porque, en realidad, no era ni demasiado guapa ni brillante. Algunos amigos de Mauricio comentaban su relación por lo bajini y la comparaban con la de la ca

Reinventándose

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Un inesperado expediente de regulación de empleo y unos cursos online propiciaron que Romeo García empezara a dedicarse a lo que era su sueño de toda la vida: ser detective privado. Y, como suele decirse, se lanzó a la piscina. Su precaria situación económica no le permitía hacerse ningún tipo de publicidad, así que recurrió a lo más frecuente en estos días: ofreció sus servicios a través de las redes sociales. El tiempo pasaba y nadie parecía darse por enterado de la existencia de este sabueso recién llegado a un mundo en el que la competencia era algo más que reñida. Pero quiso la casualidad, o quien sabe si el destino, que René Girado se fijara en su anuncio, más porque las orejas de soplillo de la foto le trajeron a la memoria a su compañero de pupitre durante la primaria que por la profesión que anunciaba. Llamó al número de teléfono que sin ningún reparo parpadeaba en la pantalla y ahí comenzó la aventura. Quedaron en un bar de la Rambla de Cataluña. A pesar de los años trans

Sospecha

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  Es la tercera vez en una semana que Joaquín se encierra en su despacho para hablar por teléfono. No es normal. Lo habitual en él es hacerlo a voz en grito en el salón mientras ella intenta concentrarse sin éxito en la serie de turno o en la lectura de un libro. A Eva le falta poco para levantarse y ponerse a escuchar tras la puerta, pero en el último instante desiste porque teme ser descubierta. Está convencida de que su marido oculta algo, aunque de momento es una pura elucubración. Pero llega el jueves y, coincidencias de la vida, al salir del gimnasio, Eva ve a su marido pasar en el coche, y no va solo. La chica que lo acompaña no es ninguna de las compañeras de trabajo que ella conoce. El pulso, ya de por sí elevado tras su clase de spinning, se le acelera hasta hacerle sentir la palpitación de la carótida como cuando hace un esprint. Su instinto le pide consultar el móvil; tiene un mensaje de Joaquín diciéndole que se retrasará un poco. ¡Lo que faltaba! Inhala con fuerza ha

El ritual anticaserante

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Cuando lo conocí se apuntaba a cualquier movida. Daba igual que se tratara de ir al cine, a bailar, a pasar el día en el campo o simplemente tomar unas copas con los amigos. Todo menos quedarse en casa. Siempre decíamos que un derrumbamiento repentino no nos pillaría in situ. Un tiempo después, nos fuimos a vivir juntos y descubrió que estar en el hogar a tu aire no estaba tan mal. La verdad es que a mí un poco de tregua no me importó. Casi que hasta la agradecí, por lo menos al principio. Pero llegó un día en que no había forma de hacerlo salir. Se volvió tan y tan casero que empecé a desesperarme. Nunca puso objeción a que yo lo hiciera por mi cuenta, pero a mí también me apetecía que fuéramos juntos a bailar, al cine, a viajar o hacer miles de cosas. Cuando mi impaciencia alcanzó un nivel insoportable, no tuve mejor idea que pedir consejo a mis amigas. Ojalá no lo hubiera hecho. Una de ellas, Maribel, justo de la que menos me lo esperaba, me soltó como si fuera la cosa más norm

Revancha

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  —¡Pero qué cretina, por Dios! Si no nos hubiéramos ido de esa maldita fiesta, creo que habría acabado estirando de los pelos a esa hija de... —escupe con rabia Martina. —¿De quién me estás hablando? —No te hagas el tonto, que lo sabes perfectamente, Nil. Martina lanza una mirada asesina a su pareja que pone cara de no haber visto, oído, ni notado nada de nada. Vamos, como si fuera un iceberg en medio del océano. Y es que, Lidia, siempre Lidia, se ha pasado la noche echándole los trastos a Nil. Con sus aires de mojigata vestida de vampiresa, se cree que puede comerse a cuantos se cruzan en su camino. Faltaría más; para eso se ha gastado todos sus ahorros en subirse las tetas y redondear su planísimo culo. Y ella, no es que no confíe en su novio, que tampoco, en quién no confía es en su mal llamada amiga. Siempre le ha parecido un poco zorrona, pero, desde que se ha hecho su reforma integral, se ha superado a sí misma. Nil insiste en decirle que está exagerando. Que no es para t

Influjo de plenilunio

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  Con las manos enlazadas, caminábamos por la orilla de la bahía. A lo lejos, un resplandor rojizo anunciaba la llegada de mi astro favorito, la Luna. Él hincó su rodilla en la arena y dijo: "¿quieres compartir tu vida conmigo?". Pero yo solo tenía ojos para el disco dorado que ascendía con lentitud. Él insistió, rompiendo el hechizo de la noche, y mi duende maligno respondió: "¿Otra vez? No me tientes que soy capaz de decirte que no y pedirte el divorcio". Imagen de chiplanay en Pixabay   Relato elegido por Diversidad Literaria en el  III Concurso de Microrrelatos  “Luz de luna"  para formar parte de la antología que lleva el mismo nombre.  Noviembre 2022 **************** Si te ha gustado, podrás encontrar más microrrelatos: Aquí

Amor (im)posible

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  Y allí estaba yo convertida en la otra. Haciendo lo que siempre había jurado que no haría. Sabía que todos se justificaban con la misma excusa. ¿Por qué era tan crédula? Pensé en abandonarlo, en no acudir a la cita, pero fui débil. Ese día, su rostro irradiaba felicidad. Me tomó de las manos y mirándome a los ojos, me mostró un pliego y me dijo quedo al oído: "Amor, por fin podremos casarnos". Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay   Relato elegido por Diversidad Literaria en el  VIII Concurso de Microrrelatos  “Porciones del alma" para formar parte de la antología que lleva el mismo nombre.  Noviembre 2022 **************** Si te ha gustado, podrás encontrar más microrrelatos: Aquí

Jugando con fuego

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  Aitana era consciente de que no debería ir, pero Sandra, que desconocía su pasado oscuro, había insistido tanto que había acabado por aceptar. Y allí estaba ella con sus mejores galas. Le pareció una ocasión idónea para lucir el vestido de raso rojo que tenía abandonado en el armario y unos stilettos negros que no recordaba que fueran tan incómodos para caminar. Había peinado su melena castaña en un semirrecogido informal que dejaba al aire varios mechones. Cogió el bolso y se aseguró de que llevaba el DNI de su hermana. Cruzó los dedos, deseando que todo saliera bien. Cuando llegó Sandra, no pudo menos que lanzarle un silbido de admiración. No se había quedado atrás, el palabra de honor negro que lucía dejaba poco a la imaginación y su melena rubia seguía el ritmo de sus pasos. Se miraron y, casi al unísono, exclamaron: —¡Esta noche arrasamos! —y rompieron a reír a carcajadas. Entraron en el casino pisando fuerte y Aitana, sin verbalizarlo, pensó que hacía demasiado tiempo que

La caja de Pandora

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  Cuando vi al que iba a ser el nuevo jefe de departamento me pasó lo que a la mujer de Lot: me convertí en estatua de sal. Fui incapaz hasta de pronunciar con claridad unos simples buenos días. Alto, moreno, barba de una semana y "guapísimo", o ¿debería decir creidísimo? Llevaba una camisa azul, con el cuello abierto y sin corbata; jeans, una americana ceñida que dejaba adivinar una musculatura bien trabajada y, para redondear, unas Camper con cordones. De película, vamos. Y, encima, joven, bastante más joven que yo. Me acababan de decir que yo no reunía los requisitos necesarios para el puesto. ¡Ja! ¡Qué risa! Ya me diréis qué experiencia podía tener él a su edad. Seguro que estaba liado con la de recursos humanos. Era lo que me faltaba para mejorar mi autoestima: depender de un niñato. Y con esa sonrisa bobalicona con la que se había presentado... "Hola, soy Agustín Salvá. Será un placer trabajar con vosotros". Si creía que así me iba a ganar, lo tenía cla

Jugarretas de la mente

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  Hoy es viernes y, como suelo hacer los viernes cada tres o cuatro semanas, entro en la peluquería dispuesta a ejecutar el ritual al que me veo voluntariamente obligada: hacer desaparecer mis canas. Promete ser una mañana aburrida que pasará sin plena ni gloria. O eso creo yo. —¿El mismo color de siempre? —me pregunta Yésica nada más entrar, después del consabido intercambio de saludos. Yo asiento con un movimiento de cabeza. Sin más, comienza su tarea hasta dejarme en ese estado en el que querrías que nadie te viera. Mientras espero a que el tinte disimule las huellas de mi edad, me entrego a la lectura de "Recursos inhumanos", una novela que me tiene atrapada, por lo que aprovecho cualquier resquicio en mi tiempo libre para sumergirme en su trama. Al cabo de un rato, el sonido de la campanilla de la puerta me hace levantar la vista. El rostro que veo reflejado en el espejo me impacta como un latigazo. Miro debajo de mis pies con la esperanza de que el suelo se abra

Relaciones extralaborales

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  Hoy llega el nuevo director después de que el último tuviera que hacerse casi invisible y desaparecer por la puerta trasera. Te han dicho que era italiano y has dejado correr la imaginación. Enseguida has pensado en un moreno conquistador de mirada seductora. Te has recreado visualizando el galanteo y ardes en deseos de conocerlo. Sabes que es un tópico y, sin embargo, esperas en secreto que se cumpla al pie de la letra. Tú tienes el privilegio de ser la primera en recibirlo, luego tendrás que presentarlo al resto de tus compañeros. Pronto descubres que tu fantasía te ha jugado una mala pasada; tu rostro no puede evitar un gesto de decepción. Ni es moreno, ni tiene aires de seductor. Con una cabeza de rizos rubios que necesitan un peine, sus ojos son gélidos, de un azul metálico y, aunque esboza una sonrisa, la frialdad de su mirada te golpea. Sin saber muy bien por qué, el desasosiego recorre tus entrañas, pero le vas a dar una oportunidad. Los días van pasando y tus conversac