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Mostrando entradas de febrero, 2021

El retrato

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Villa de Leyva, Colombia       Sus ojos verdes cargados de picardía contemplan a Marisa desde la pared del comedor. ¿Qué edad tendría? No lo sabe con certeza, pero no más de cuatro o cinco años. A pesar del tiempo transcurrido, cada vez que pasa por delante del retrato se pregunta que habrá sido de él.      Pedro y Marisa viajan con cierta frecuencia a Colombia para visitar a la familia de Pedro y, un vez allí, aprovechan para hacer un poco de turismo. Ese día, pasean por las calles de Villa de Leyva, teniendo cuidado de no tropezar con los cantos rodados que tapizan sus calles y que dificultan la marcha. Las casas blancas con las puertas de diferentes colores y sus balcones llenos de buganvilias les transportan a otra época. Todavía no han planificado lo que harán el día siguiente. En el hotel les han dicho que, a apenas ocho kilómetros de la ciudad, hay un convento que vale la pena visitar. Se trata del Monasterio del Santo Eccehomo construido en el siglo XVII por los monjes do

La apuesta

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      No me gusta correr; nunca me ha gustado. Si no te persigue nadie, ni se te escapa el autobús y tampoco te va la vida en ello, ¿para qué correr? Se me hace muy difícil entender a los que les gusta salir a correr. Sin embargo, allí estaba yo, en el punto de salida, luciendo un equipo completo de runner , con dorsal incluido, y calzando unas deportivas carísimas, dispuesta a correr durante diez kilómetros o lo que me aguantara el cuerpo.       Todo había comenzado como una broma : "no te lo puedes perder; es la carrera de los bomberos y estará repleta de tíos buenos" . Ant e mi impasibilidad, Inés y Marina se pusieron muy pesadas con el tema : q ue si es por una causa benéfica, que si vas a ser la única que no participes, que si lo vamos a pasar de lujo las cinco juntas... No pararon de insistir hasta que al final la insistencia se transformó en apuesta: "lo que pasa es que no eres capaz; tú mucho gimnasio y mucha zumba pero en realidad no estás en forma&quo

El honor ante todo

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  El sol comenzaba a despuntar por detrás de las montañas y el Parque de la Alameda, habitualmente bullicioso, permanecía solitario y en silencio. Al fondo, donde el jardín se confunde con el valle lindante, unas figuras negras, apenas visibles en la semioscuridad, se preparaban para celebrar un duelo al primer disparo. Los contendientes comprobaban las armas que serían utilizadas. Mientras, los padrinos trataban de mediar para conseguir, in extremis , una satisfacción sin armas. El ofensor, Romualdo hijo menor del Barón de Arganzuela, había conocido a Carolina, hermana de Benigno de la Vega, Conde de Tejón, en una fiesta y, desde el primer momento, cayó perdidamente enamorado de ella. La seguía a donde quiera que fuera para hacerse el encontradizo con cualquier excusa. Quiso la mala suerte que, el día en que se produjo la supuesta ofensa, el Conde, que regresaba de una de sus correrías nocturnas que se habían prolongado hasta muy entrada la mañana, sorprendiera a Carolina en actit