La apuesta



      No me gusta correr; nunca me ha gustado. Si no te persigue nadie, ni se te escapa el autobús y tampoco te va la vida en ello, ¿para qué correr? Se me hace muy difícil entender a los que les gusta salir a correr. Sin embargo, allí estaba yo, en el punto de salida, luciendo un equipo completo de runner, con dorsal incluido, y calzando unas deportivas carísimas, dispuesta a correr durante diez kilómetros o lo que me aguantara el cuerpo.

      Todo había comenzado como una broma: "no te lo puedes perder; es la carrera de los bomberos y estará repleta de tíos buenos". Ante mi impasibilidad, Inés y Marina se pusieron muy pesadas con el tema: que si es por una causa benéfica, que si vas a ser la única que no participes, que si lo vamos a pasar de lujo las cinco juntas... No pararon de insistir hasta que al final la insistencia se transformó en apuesta: "lo que pasa es que no eres capaz; tú mucho gimnasio y mucha zumba pero en realidad no estás en forma"; "no vas a aguantar, ¿qué te apuestas?" Y sí, lo consiguieron, dieron con mi punto débil y acepté el reto. El compromiso fue que, si yo aguantaba hasta la meta, me pagarían una cena en un restaurante con estrella Michelín; en caso contrario, sería yo la que tendría que invitar a las cuatro. Vamos que la broma me iba a salir demasiado cara y no estaba dispuesta a perder.

      Y comencé a entrenar..., la primera semana fueron diez minutos, la segunda veinte y la tercera..., nada. Tengo que admitir que la constancia no es lo mío. Pero ya no podía dar marcha atrás; Inés me "había hecho el favor" de inscribirme y ya solo quedaba esperar a que llegara el gran día.

     Era una mañana de noviembre y el frío se hacía notar. La mayoría aprovechábamos la espera para realizar ejercicios de calentamiento. A la hora convenida sonó el disparo de salida. Los primeros en iniciar la marcha fueron un centenar de bomberos equipados como si tuvieran que acudir a apagar un incendio y con ellos se desvaneció el principal atractivo de la carrera. Luego, el resto de participantes, que se contaban por miles, iniciamos la marcha escalonadamente.

     Todo parecía ir sobre ruedas; podía hasta correr sin jadear. Pero, fue solo un espejismo. A los pocos minutos, no tuve más remedio que hacer una parada técnica. Mi vejiga había decidido darme la mañana. Corrí, ahora sí por auténtica necesidad, en busca de un bar donde aliviar mi apuro. Desperdicié unos minutos preciosos. Cuando me reincorporé al circuito no solo había perdido de vista a mis cuatro amigas sino que me había perdido lo mejor de la carrera. Los famosos tíos buenos seguro que estaban todos en el kilómetro cinco, por lo menos. Pero no pensaba abandonar. Resignadamente seguí mi marcha rodeada de todos los rezagados cuya media de edad se distanciaba cada vez más de la mía.

     Centrada como estaba en encontrar alguien interesante a mi alrededor, no pude ver lo que sería el principio del fin. ¿De dónde había salido aquello? Mi pierna derecha trazó un arco ascendente mientras la izquierda intentaba tocar tierra. Pero algo se interpuso en su camino y la fuerza de la gravedad hizo el resto. Sin ninguna gracia, dí con mi cuerpo en el asfalto que mi rodilla golpeó con fuerza. Traté de levantarme, pero las piernas no me respondieron. Todo fue muy rápido. Unas manos fuertes me levantaron del suelo como si fuera una pluma. Levanté la vista y creí que había muerto y estaba en el cielo. ¿De dónde había salido ese espectacular mocetón?

     Mis amigas no pudieron reprocharme no haber llegado a la meta.



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Comentarios

  1. Un relato muy divertido, Mariángeles. Empatizo con con la chica, correr por correr es una de las cosas más absurdas de esta vida, y lo dice alguien que practicó mucho deporte: fútbol, baloncesto, ciclismo, montañismo... Me encantó esta frase: «Resignadamente seguí mi marcha rodeada de todos los rezagados cuya media de edad se distanciaba cada vez más de la mía».

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    1. Muchas gracias, Javier. Me alegra que te haya divertido.
      Yo soy y he sido asidua del gimnasio pero nunca me ha dado por correr. Yo tampoco le veo la gracia.
      Mi protagonista se veía rodeada cada vez de más "veteranos" ja ja ja!

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  2. Me he reído como loca y además tiene final romántico-feliz (ya sabes que me encantan) ❤️❤️❤️

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    1. ¡Muchísima gracias, Isabel! Gracias por identificarte. Así es más agradable responder.
      Me alegra haberte hecho pasar un buen rato.
      Yo también me lo estoy pasando en grande con tu libro.
      Un abrazo

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  3. Salgo como anónimo! Soy Isabel Cánovas @nomellegalavida 😉

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