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Instinto paternal

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  Armado con una mopa, Lucas restriega el suelo de la portería con energía y no ve a la señora Ribera, del tercero segunda, que entra en ese momento y está a punto de tropezar con él. —Por Dios, Lucas, ¡menudo susto! ¡Ten cuidado! ¿Se puede saber qué te pasa? Te veo un poco alterado hoy. —¡¡¡No me hable, no me hable, que creo que voy a matar a alguien!!! No tienen vergüenza. No saben con quién se meten. Cuando salga de aquí me voy para allá y le rompo el alma a uno de ellos. Mientras habla, Lucas sigue frotando el piso . Parece querer sacar le un brillo qu e nunca volverá a tener . Pero la vecina , que conoce los prontos del hombre, quiere saber más e insiste: —Lucas, tranquilízate un momento y explícame lo que ha pasado . — H ace ya diez años que Lucas es el conserje del edificio y tiene una buena relación con la mayoría de los inquilinos. —La tía esa, que se me ha llevado a Olivia. ¡¡ ¡Tres años, tres años cuidando de ella! !! Y ahora vienen y me la quitan . Que dice

Historias del vecindario. La sonrisa de Laura

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  La conocí cuando me fui a vivir al edificio donde ella llevaba muchos años residiendo. De eso hace tanto tiempo que no recuerdo el momento. Lo que no he olvidado es que su casa estaba en el piso de arriba, el quinto -yo vivía en el cuarto-, y que su final me dejó bastante tocada por las circunstancias que lo rodearon. Al principio, cuando nos encontrábamos en el ascensor o en la portería, nos limitábamos a saludarnos y a hacer algún que otro comentario trillado sobre el tiempo. Ella acompañaba todas sus frases con una sonrisa de las de verdad, de esas en las que los ojos se empequeñecen. Los tenía de un azul intenso que, no sé por qué, me recordaba el de un atardecer de primavera. Llamaba la atención su cabello, plateado, ondulado y siempre bien peinado que le daba un toque de distinción. Vestía con elegancia y un maquillaje muy discreto, casi imperceptible, resaltaba su belleza otoñal. Yo me decía que en su juventud debía haber roto más de un corazón. "¡Ojalá envejezca yo d