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Mostrando entradas de diciembre, 2020

La maceta de geranios

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       Me habían pedido permiso, sí, debo reconocerlo. Lo que no me habían dicho era que el aquelarre duraría hasta bien entrada la madrugada. Y ahí estaba yo, intentando dormir a la luz de las hogueras y al son de los conjuros de las tres brujas instaladas en mi maceta de geranios. Al final les he tenido que decir que abreviaran y se fueran de una vez. Por suerte, no se han enfadado y, al poco rato, han recogido sus escobas y han salido volando.  Relato seleccionado en el "  V Concurso de microrrelatos "MICROFANTASÍAS" de Diversidad Literaria  para su publicación en la antología "Microfantasías" Encuentra más microrrelatos  aquí Imágenes de Pixabay

Cuando la vida te sonríe

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  En este relato conoceremos un poco más sobre la vida de Celia, nuestra protagonista de  "Visita inesperada"      Los rayos de sol han perdido intensidad pero la suave brisa del mes de septiembre todavía permite a Celia disfrutar de la lectura, sentada en el pequeño jardín de su casa repleto de geranios, hortensias y alhelíes. Hace tan solo un año no hubiera podido imaginar que tendría una casita en el campo con espacio para sus flores favoritas y un pequeño huerto. Desvía la mirada del libro para contemplar las caprichosas formas de las nubes y algo le hace recordar momentos de su vida pasada que rememora sin ningún tipo de nostalgia.      Fueron años de trabajo arduo en los que no quedaba tiempo para permanecer ociosa ni un segundo . En casa de la familia Núñez-Marañón s e celebraban fiestas, cenas y reuniones con frecuencia y había que mantener la casa impoluta. La lista de tareas era inacabable: cepillar las alfombras persas de los salones y la biblioteca, l

El veredicto - Versión de Alexey Soloviev

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       No me quisieron escuchar. Ni siquiera tuve la oportunidad de explicar los motivos que me impidieron llegar a tiempo a mi destino. Alegaron que había abandonado una misión y que no había perdón para semejante delito. El veredicto del Comité Militar Revolucionario fue unánime: culpable de deserción.      Cuando acepté unirme al Ejército Rojo lo único que quería era ayudar a los campesinos a luchar contra el hambre y la miseria, confiando en las promesas de "pan, trabajo y libertad" que pregonaba Lenin. Y eso esperaba encontrar. Sin embargo, pronto me dí cuenta del caos que nos rodeaba, pero ya no había vuelta atrás.      E l día que me detuvieron me habían confiado la misión de llevar un mensaje al coronel del regimiento. Me dirigía a mi destino con paso apresurado cuando ocurrió algo que me h izo retroceder al tiempo de mi niñez . U n niño, d e unos o cho años, estaba siendo asaltado por dos desarrapados que intentaban apoderarse de la hogaza de pan que el pobre

Miedo o intolerancia

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  Es casi mediodía cuando una pareja de ancianos camina a paso lento por la subida que lleva a Can Castellò. Hace frío y la mujer lleva un abrigo rojo oscuro que ciñe por delante con uno de sus brazos. Con el otro va asida del de su acompañante que, equipado con chaquetón gris y un gorro del mismo color, tira de ella. Al cabo de un rato, llegan al acceso del centro cívico y se detienen un instante a leer el aviso que hay en la verja. Luego, se adentran en el recinto y siguen a pequeños pasos hasta alcanzar la puerta del edificio que está abierta de par en par. Allí los recibe una auxiliar con bata blanca que les pregunta su nombre. Después de verificar que están en la lista que sostiene en la mano izquierda, los hace pasar a una sala. Dentro hay seis personas más distribuidas en asientos que dejan un amplio espacio a ambos lados de cada uno. Tras murmurar un saludo, la pareja se acomoda en dos sillas que hay al fondo. Algunos responden con un gesto de la cabeza, otros hablan en sus