Cuando la vida te sonríe
En este relato conoceremos un poco más sobre la vida de Celia, nuestra protagonista de
Los rayos de sol han perdido intensidad pero la suave brisa del mes de septiembre todavía permite a Celia disfrutar de la lectura, sentada en el pequeño jardín de su casa repleto de geranios, hortensias y alhelíes. Hace tan solo un año no hubiera podido imaginar que tendría una casita en el campo con espacio para sus flores favoritas y un pequeño huerto. Desvía la mirada del libro para contemplar las caprichosas formas de las nubes y algo le hace recordar momentos de su vida pasada que rememora sin ningún tipo de nostalgia.
Fueron años de trabajo arduo en los que no quedaba tiempo para permanecer ociosa ni un segundo. En casa de la familia Núñez-Marañón se celebraban fiestas, cenas y reuniones con frecuencia y había que mantener la casa impoluta. La lista de tareas era inacabable: cepillar las alfombras persas de los salones y la biblioteca, lustrar el parqué, lavar los visillos de tul y las cortinas de damasco y muchas cosas más. Sin embargo, el destino quiso que su vida experimentara un cambio de rumbo. Todo comenzó el día en que recibió la visita de don Ramiro Gutiérrez, albacea del que había su señor. No solo le había desvelado la naturaleza real de sus orígenes sino que también le había proporcionado los medios para emprender una nueva vida. El abogado, que contrató para encargarse del papeleo de su inesperada herencia, le aconsejó que adoptara el apellido de su padre biológico y así lo hizo. Dejó de ser Celia Pérez para convertirse en Celia Núñez-Marañón. Después de pasarse la vida creyendo que su padre había muerto antes de que ella naciera, resultó que lo había tenido a su lado, sin saberlo, hasta el día en que falleció.
El sonido de unas llaves al girar en la cerradura de entrada, interrumpe el hilo de su pensamiento. Celia abandona sus reflexiones para entrar en la casa y fundirse en un largo abrazo con el recién llegado:
—No dirías nunca a quién me he encontrado hoy —dice Agustín sin dejar de abrazar a su mujer.
Celia lo mira expectante en silencio.
—Te daré una pista. Comparte apellido contigo.
Con cara de decepción y lanzando un suspiro, Celia responde:
—¿Sabes?, no tengo mucho interés en saber nada de esa señora. No es que nos maltratara, pero digamos que tampoco nos facilitó la vida, ni a mi madre ni a mí. Sé que tenía motivos para estar celosa pero mi madre fue una víctima que tuvo que soportar lo indecible. Ahora que he conseguido dejarlos atrás, no quiero saber nada de esa familia.
—Pues, no sabes lo mejor... Sigue queriendo que volvamos a su casa. ¿Te lo puedes creer? No veas el rollo que me ha soltado. Que si nos echa mucho de menos, que si las cosas ahora serían diferentes... Que nos podríamos alojar en una de las suites de tus hermanastros; que yo ya no tendría que ocuparme del jardín ni tú de las tareas de limpieza y no sé cuantas cosas más. No sé si es por la cara que he puesto, pero enseguida me ha asegurado que sólo tendríamos que organizar las tareas y dar órdenes. Poco me ha faltado para soltar una carcajada. He oído decir por ahí que desde que nos fuimos ha tenido seis amas de llaves. Ninguna la ha soportado más de quince días. Pero, claro, esto ella no lo explica.
Las carcajadas que brotan espontáneamente de la pareja, seguidas de un sonoro beso, ponen fin a la conversación.
Imagen de Larisa Koshkina en Pixabay
Me pregunto cuántas Celias con peor suerte que esta padecerán a esta clase de señoras. Diez mil millones? Veinte mil? Jajaja. Por suerte, el siglo pasado es historia, aunque quedan muchos nostálgicos que lo quieren resucitar y obreros que están dispuestos a limpiarles las botas con tal de que los libren de los invasores, los separatistas y los comunistas. En fin, que me caliento, y solo pretendía felicitarte por la historia de Celia. Un abrazo navideño, amiga.
ResponderEliminarSupongo que muchas aunque estén en países lejanos. Aquí las cosas han evolucionado bastante y todavía queda por hacer. Entiendo tu enojo con esos "nostálgicos" que a mí también me resultan irritantes.
EliminarEn fin, yo también te deseo unas felices fiestas y un 2021 lleno de éxitos.
Un abrazo
Precioso.Las familias son una comunidad social que pueden sorprender con situaciones imprevisibles.Son muy interesantes esas historias.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Efectivamente. Si no las ha leído te recomiendo leer "Visita inesperada" que, aunque se pueden leer independientemente, es la primera parte.
EliminarUn abrazo