Entradas

Mostrando entradas de 2023

Encrucijada

Imagen
Los bombardeos se han dejado sentir durante toda la noche y tú, a pesar del agotamiento, no consigues conciliar el sueño ni por unos segundos. Aunque están lejos, oyes el rugido de los cazas seguido del fragor de las explosiones y, a veces, hasta sientes el temblor de la tierra bajo el catre en el que intentas descansar. En los escasos momentos de silencio, los quejidos de los heridos inundan el hospital de campaña donde trabajas. A los veinte años, ejercer de enfermera no estaba entre tus planes de vida. Pero la gravedad de la situación te impedía permanecer impasible, y no dudaste ni por un segundo en presentarte como voluntaria. En poco tiempo, h as pasado de desplomarte ante la visión de una simple gota de sangre a tener que curar las heridas de las víctimas que esta guerra sin piedad se está cobrando. El sonido de las sirenas advierte de la llegada de otra ambulancia con heridos. Das un brinco y te preparas para recibirlos. Has aprendido a ver a los pacientes como seres anón

Todo tiene un límite

Imagen
  La luz anaranjada del ocaso se filtra por las cortinas, dibujando figuras fantasmagóricas en la pared de una estancia que permanece con las luces apagadas. Dentro, una anciana de rostro plagado de arrugas y cabello gris recogido en un moño teje con dos agujas una manta que llega casi hasta el suelo. Está sentada en un sillón orejero tapizado en tonos ocres, cuyos brazos le sirven para descansar los suyos. Un portazo retumba con estruendo y el sonido de unos pasos anuncia la llegada de alguien. La anciana levanta la vista al tiempo que una voz ronca de hombre, sin que medie ningún tipo de saludo, dice: — Madre, ¿se puede saber por qué no enciendes la lámpara? No debes ver ni torta. — Me gusta la luz que se cuela por la ventana, hijo. Quiero disfrutar de estos colores que no tardarán en desaparecer. Además, para tejer no necesito ver mucho. Mis manos, aunque ya no son lo que eran, lo saben hacer casi a oscuras. El hombre, que viste unos tejanos con varios rotos deshilachados y

Sanación

Imagen
  Levanta unos milímetros la cortina, lo suficiente para ver sin ser visto cómo anda la cosa en el patio de butacas, y mueve la cabeza de un lado a otro con gesto de preocupación porque ve muchos asientos vacíos. Demasiados, a pesar de que sabe que todavía faltan veinte minutos para que se abra el telón y que a la gente le encanta llegar con el tiempo justo. Aunque ha repasado el monólogo hasta la saciedad, hay algo que le chirría y no acaba de saber qué es. Esta mañana, cuando se lo ha leído a su mujer por enésima vez, ella no ha esbozado ni una leve sonrisa justo en ese fragmento que tendría que haberle hecho reír a carcajadas. No importa que ella le haya asegurado que era porque ya lo tenía muy oído y había perdido el factor sorpresa. Da vueltas en el pequeño espacio que usa como camerino; se mira en el espejo para comprobar su maquillaje y le pide a la esteticista que se lo retoque porque, según él, le ha colocado demasiado rubor en las mejillas. Vuelve al escenario y la

Misterio

Imagen
  No falla. Es miércoles y son las siete de la tarde. Por mucho que lo llamo y lo tiento con sus galletas favoritas, no se digna contestarme. Ya me tiene harto. Y es que la escenita se repite todas las semanas sin faltar una. Lo busco por toda la casa; por mirar, miro incluso en el garaje y debajo del coche, hasta que me aburro y pienso que cuando tenga hambre aparecerá por algún lado. No me queda más remedio que relajarme, porque, hasta que no oiga las nueve campanadas en la torre de la iglesia, no va a aparecer. Pero hoy, he llegado al límite de mi resistencia. Se acabó. Si lo que pretende es llamar la atención, lo tiene claro. Yo ni caso, ya se cansará. Pero luego llega mi mujer y la muy boba se preocupa y casi que se pone a llorar. Bueno, eso solo lo hizo el primer día; ahora ya se va acostumbrando a estas ausencias. —Vamos a tener que llevarlo al psicólogo —me dice, como si se estuviera acabando el mundo. —¡Lo que faltaba! —dejo ir, casi entre dientes—. Pero, mujer, si debe

Destino

Imagen
Después de tanto tiempo, Mauricio casi ha olvidado la razón que provocó el alejamiento de su hijo. Claro que oponerse a que se casara con aquella mujer que le llevaba quince años, cuando él acababa de cumplir los veinte, complicó las cosas entre ellos dos. Y es que, al enviudar, se sintió perdido y nunca halló la forma de tratarlo como lo hacía ella. Lo cierto es que la relación padre e hijo se fue enfriando, y ahora ya hace diez años desde la última vez que se vieron. Fue terco y nunca quiso dar el primer paso, convencido de que su hijo tarde o temprano acudiría a él. Por su parte Ramiro, con el transcurso de los años, fue comprendiendo que algo de razón tenía su padre. Que aunque él se creía perdidamente enamorado de Eloísa, la verdad era que ser objeto del amor de una mujer “madura” le hacía sentirse importante y deslumbrado, porque, en realidad, no era ni demasiado guapa ni brillante. Algunos amigos de Mauricio comentaban su relación por lo bajini y la comparaban con la de la ca

Podría haber sido peor

Imagen
Tanto me habían insistido Alex y David que al final me habían convencido. Iría a ver el clásico en el Camp Nou: un Barça-Madrid que prometía ser de lo más movidito. Poder estar con ellos en el córner norte me había costado la mitad de mi sueldo, es un decir, pero no importaba, la entrada ya estaba en mi bolsillo todavía calentita. Unas tres horas antes del partido, nos encontramos en el Bar Stadio, para así tener tiempo de picar algo, tomarnos unas cervezas y llegar de los primeros. Como es habitual en estas ocasiones, las colas en los diferentes accesos rodeaban el campo y avanzaban a la velocidad de un oso perezoso. Nos dirigimos a la puerta veinte, que era la nuestra. El ambiente era desbordante. Pululaban las banderas de los contrincantes y los seguidores lanzaban vítores a sus respectivos equipos. La organización había tenido la precaución de asignar zonas diferentes a las aficiones y así evitar encontronazos. Nos faltaban pocos metros para llegar a nuestra entrada cuando un gu

Vileza

Imagen
  Empujó la puerta con energía y pisando firme, como si no estuviera rota por dentro. — Usted dirá, señor Pérez. —Su mirada era gélida y consiguió no desviar los ojos ni por un segundo. Un leve temblor en su labio superior estuvo a punto de traicionarla, pero apretó la boca con fuerza. — Siéntate, Margarita. Tenemos que hablar de lo sucedido. No me gustaría que el hecho trascendiera y se convirtiera en un problema para ambos. — Estoy bien de pie. Diga lo que sea que mi trabajo está esperando y no puedo dejar desatendido mi puesto. Pérez comenzó a soltar frases que a Margarita le sonaron inconexas y sin sentido. En seguida dejó de escucharlo, y cuando se hizo el silencio, la joven dijo sin mover un solo músculo. — Nada de lo que diga usted cambia los hechos, señor Pérez —la joven alargó la palabra “usted” marcando distancias—. He tardado demasiado, pero la decisión está tomada. Hoy sin falta acudiré al Comité de Ética y, después, a la Policía. Pérez se encogió de hombros como si

El final del verano

Imagen
  Fue en la época en la que los cotilleos, los rumores y hasta las noticias se transmitían a viva voz. En algunos pueblos pequeños, como Calafell, en el que pasábamos las vacaciones de verano, persistía la figura entrañable del pregonero que a golpe de corneta nos ponía al corriente de las novedades. Tantísimos años después, me es imposible recordar la fecha exacta ni quién nos lo dijo, pero nos llegó una información que nos pareció la bomba. Para despedir el verano, el último sábado de agosto se iba a celebrar una fiesta con el Dúo Dinámico en el Hotel Miramar. La noticia estaba recorriendo el pueblo como una bola de nieve que, a medida que viajaba de boca en boca, se iba alimentando de lo que cada uno añadía. Según los últimos rumores, después del concierto, habría ocasión de hablar con ellos y hasta de pedirles una foto dedicada. En cuanto lo supimos, mi amiga Elena y yo empezamos a imaginar cómo sería ese encuentro con nuestros ídolos. No habría discusión posible: a mí me enca

Usos de las lavadoras

Imagen
  Estaba convencida de tener un completo dominio del manejo de las lavadoras y sus funciones. Hasta hoy. Sé que existen varios tipos de lavado: para ropa delicada, de algodón, de tejidos sintéticos y algún otro. También que se pueden lavar un sinfín de cosas: desde las prendas más grandes que hay en una casa, como cortinas, sábanas y toallas; hasta las más pequeñas, calcetines, bragas o los tangas minúsculos que utiliza mi hija. Y si afinamos más, añadiré que también se pueden programar para que laven a la hora que tú quieras y, encima, te avisan con un pitido impertinente y repetitivo cuando han acabado su tarea. Pero no, no lo sabía todo. Me explico. Hoy, igual que todas las mañanas, cogí el autobús de la línea V13, que es la que me va bien para ir al trabajo. Aún estaba medio dormida, hasta que la conversación que tenían dos chicas que rondarían los treinta ha despertado mi curiosidad y mi estupor. Una de ellas era morena, con una inacabable melena negra llena de rizos que le ll

La línea H6

Imagen
  Una fugaz mirada en el espejo del recibidor fue la confirmación de que mi look era el adecuado para la entrevista de trabajo. Hacía calor, así es que coloqué mi americana por encima del bolso con sumo cuidado. Ya solo faltaba que el autobús de la línea H6 no tardara mucho. Hubo suerte y llegó puntual a la hora que anunciaba el panel luminoso de la parada. Nada más entrar me di cuenta de que estaba siendo objeto de muchas miradas, la mayoría de soslayo. Y además, a pesar de ir lleno, la gente se apartaba, cediéndome el paso como si yo fuera un personaje público o vete a saber qué. Intenté ignorar la situación y me puse a observar a los pasajeros, como siempre me gusta hacer cuando voy en trasporte público. Entonces, me di cuenta de que, si dirigía la vista a alguien que me estaba mirando, ese alguien desviaba sus ojos hacia el infinito, como si tuviera algo que ocultar. Necesitaba averiguar qué era lo que provocaban estas reacciones. Haciendo equilibrios para que no se me cayera

No hay que subestimar al oponente

Imagen
  Con su visión de 360 grados, Jacobo v2.0 analiza la situación en pocos segundos. Es consciente de que, si opone resistencia, aquellos salvajes pueden desconectar un buen número de sus conexiones, aun sin saber que lo hacen. No va a permitir que esto suceda. Opta por dejarse llevar. Son tres hombres violentos y con pocos escrúpulos, como lo han demostrado por su forma de irrumpir en el laboratorio y destruir varios androides v1.9, menos evolucionados que él. Romualdo, al que los otros llaman “Romu” y parece ser el cabecilla, intenta que sus compinches no se pasen de rosca y les grita: —¡Pedazo de inútiles ! Ya estáis teniendo cuidado, porque si e l bicharraco este no llega completo y sin estropicios, no ve re mos la guita. S é que hay ganas de jaleo, pero ahora se acabó. ¡ Subi d lo a la furgo rapidito y larguémonos de aquí! Dos de ellos sujetan al androide, al que han atado de pies y manos, como si eso fuera suficiente para impedir su fuga. En cambio, no han creído ne

La espera

Imagen
  El zumbido del ascensor me sobresalta una vez más. Se ha detenido en mi planta. A pesar de que me juró que no regresar ía jamás, a nsío oír el tintineo de las llaves, el ruido de la puerta al abrirse y el taconeo de ella en el recibidor. H abrá reflexionado y me dará otra oportunidad . S in embargo, pasan los segundos y la secuencia de sonidos que deseo escuchar no llega. Hoy tampoco es ella. Trato de relajarme, pero el eco del ascensor resuena en mi cabeza una y otra vez y no lo consigo. Mis días son todos iguales y transcurren en esta espera sin esperanza. No puedo pensar en otra cosa. Solo el ruido del ascensor calma mi inquietud, aunque sea por pocos instantes. La próxima vez iré corriendo a observar por la mirilla. Quizás llega a mi puerta y luego se arrepiente. Duda de si entrar o no. Puede que, si la abro antes de que se vaya, consiga verla, hablarle e intentar retenerla. Tengo que convencerla de que lo nuestro todavía tiene solución. Por nosotros y por Lucía que, aunq

Reinventándose

Imagen
Un inesperado expediente de regulación de empleo y unos cursos online propiciaron que Romeo García empezara a dedicarse a lo que era su sueño de toda la vida: ser detective privado. Y, como suele decirse, se lanzó a la piscina. Su precaria situación económica no le permitía hacerse ningún tipo de publicidad, así que recurrió a lo más frecuente en estos días: ofreció sus servicios a través de las redes sociales. El tiempo pasaba y nadie parecía darse por enterado de la existencia de este sabueso recién llegado a un mundo en el que la competencia era algo más que reñida. Pero quiso la casualidad, o quien sabe si el destino, que René Girado se fijara en su anuncio, más porque las orejas de soplillo de la foto le trajeron a la memoria a su compañero de pupitre durante la primaria que por la profesión que anunciaba. Llamó al número de teléfono que sin ningún reparo parpadeaba en la pantalla y ahí comenzó la aventura. Quedaron en un bar de la Rambla de Cataluña. A pesar de los años trans