Usos de las lavadoras

 


Estaba convencida de tener un completo dominio del manejo de las lavadoras y sus funciones. Hasta hoy. Sé que existen varios tipos de lavado: para ropa delicada, de algodón, de tejidos sintéticos y algún otro. También que se pueden lavar un sinfín de cosas: desde las prendas más grandes que hay en una casa, como cortinas, sábanas y toallas; hasta las más pequeñas, calcetines, bragas o los tangas minúsculos que utiliza mi hija. Y si afinamos más, añadiré que también se pueden programar para que laven a la hora que tú quieras y, encima, te avisan con un pitido impertinente y repetitivo cuando han acabado su tarea.

Pero no, no lo sabía todo. Me explico. Hoy, igual que todas las mañanas, cogí el autobús de la línea V13, que es la que me va bien para ir al trabajo. Aún estaba medio dormida, hasta que la conversación que tenían dos chicas que rondarían los treinta ha despertado mi curiosidad y mi estupor. Una de ellas era morena, con una inacabable melena negra llena de rizos que le llegaban hasta la cintura. La otra ni fu ni fa, con un corte de pelo estilo bob cuyo color era algo indefinido, ni rubio, ni moreno, sino una mezcla de mechones de diferentes tonalidades. Pero voy a lo importante. Me debía haber perdido parte de la conversación pero, por la respuesta que oí, la pregunta debió ser más o menos así:

—¿Sabés para qué me va bien a mí el lavarropas?

—Pues supongo que para lavar la ropa como a todo el mundo —respondió la chica de pelo estilo bob, -como no podía ser de otra manera-.

—Che, pero qué pelotuda sos. Digo además de eso.

—Mira que sois raritos los argentinos. ¿Para qué más se puede usar una lavadora?

—¿No lo adivinás? Simple: para librarte de la depresión.

La chica ni rubia ni morena abrió la boca y ya no la volvió a cerrar hasta que se bajaron del autobús. Mientras, la de pelo negro seguía explicándole cómo utilizaba ella ese magnífico electrodoméstico que iba a ser la ruina de los psicólogos.

—Yo no me daba cuenta hasta que un día llegó mi compañero de piso y me dijo: “Agustina, ya estás otra vez con la depre”. Yo le pregunté cómo diantres podía saberlo y me respondió: “¡obvio!, estás poniendo muchas lavadoras”. Y ahí supe que el pibe estaba en lo cierto. Es verdad, lavo mis problemas con el lavarropas. Cuando comienzo a sentirme depre y aburrida de todo, voy y pongo lavarropas, uno tras otro. Tenés que probarlo. Es infalible. No hay nada mejor para la depre. Verás el relajo que se siente después.

Ellas bajaron del autobús y yo me quedé con la imagen de la chica sentada frente a la lavadora viendo girar el bombo sin descanso a modo de mecanismo de meditación, hipnosis o vete tú a saber qué. Tendré que probarlo algún día.

Imagen de Wolfgang Eckert en Pixabay


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Comentarios

  1. ¡Qué historia tan curiosa! Nunca habría imaginado que una lavadora podría ser un aliado contra la depresión. La mente humana es realmente fascinante en su capacidad para encontrar soluciones inesperadas. Estoy dispuesto/a a probar esta técnica y ver si realmente tiene un efecto relajante. ¡Gracias por compartir esta perspectiva única sobre las lavadoras!

    Saludos,

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    1. Muchas gracias por tu comentario. La vida no deja de sorprendernos, ya ves. Este relato está inspirado en una conversación cazada al vuelo.
      Saludos

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