Revancha


 

—¡Pero qué cretina, por Dios! Si no nos hubiéramos ido de esa maldita fiesta, creo que habría acabado estirando de los pelos a esa hija de... —escupe con rabia Martina.

—¿De quién me estás hablando?

—No te hagas el tonto, que lo sabes perfectamente, Nil.

Martina lanza una mirada asesina a su pareja que pone cara de no haber visto, oído, ni notado nada de nada. Vamos, como si fuera un iceberg en medio del océano. Y es que, Lidia, siempre Lidia, se ha pasado la noche echándole los trastos a Nil. Con sus aires de mojigata vestida de vampiresa, se cree que puede comerse a cuantos se cruzan en su camino. Faltaría más; para eso se ha gastado todos sus ahorros en subirse las tetas y redondear su planísimo culo. Y ella, no es que no confíe en su novio, que tampoco, en quién no confía es en su mal llamada amiga. Siempre le ha parecido un poco zorrona, pero, desde que se ha hecho su reforma integral, se ha superado a sí misma.

Nil insiste en decirle que está exagerando. Que no es para tanto. Que él solo tiene ojos para ella. Que la adora. Sí, claro. Entonces, ¿qué se supone que hacían en la semioscuridad del salón bailando una lenta?, ¿qué significaba que cada dos por tres ella se colgara de su cuello con cualquier excusa?

Martina se arrebuja en el abrigo porque, encima, hace un frío de dos palmos de narices. Menos mal que han venido en coche. Aunque viven cerca, ella no está de humor para un paseíto romántico. Hoy no. Pero el viejo escarabajo ha decido aliarse en su contra y no arranca. Por mucho que lo intente Nil, el cacharro no emite el más mínimo sonido.

Sí o sí, no les queda otro remedio que ir caminando. Nil trata de rodearle los hombros con el brazo y ella se escabulle. Sabe que acabará cediendo, pero no se lo va a poner tan fácil. Están casi llegando a casa cuando se acuerda de su encontronazo con Bruno y se le escapa una carcajada que suena como el aullido de un lobo en mitad de la noche.

Nil la mira desconcertado por su transformación. En el fondo la prefería enfurruñada. Estos cambios irracionales le desestabilizan. Cuando le pregunta qué ha motivado esa reacción, Martina deja ir una nueva carcajada y suelta:

—Ya que no te das cuenta de nada, tampoco habrás visto lo que ha intentado Bruno conmigo, ¿verdad?

Nil niega con la cabeza.

—¿Se puede saber de qué estás hablando?

Martina pone su cara favorita de chica mala y escupe a su novio que, mientras él tonteaba con Lidia, Bruno aprovechaba que su pareja estaba ocupada para intentar besarle en los morros y tocarle una teta.

Un fuerte suspiro anuncia que su malhumor ha quedado atrás.

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Imagen de Noname en Pixabay


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