El regalo
Hoy has tenido un buen comienzo. Nada más levantarte suena el timbre y una joven mensajera te entrega un paquete que no esperabas. Enseguida piensas que tiene que ser un regalo porque no es la típica caja de cartón barato. Es algo bien distinto, un estuche gris plateado con un lazo rojo y el logotipo de una marca muy conocida: Burberry. Tus manos han comenzado a temblar y lo primero que has pensado es que el mensajero se ha equivocado de destinatario. Pero no. Los datos están claros, con tu nombre bien escrito. Por una vez no se han olvidado de poner esa "h" tan incómoda que nadie recuerda. Y, cuando por fin alguien lo escribe bien, te alegras tanto como si te hubiera tocado la lotería.
La curiosidad recorre tu cuerpo en forma de cosquilleo y, aunque temes que se te haga tarde, abres el paquete con cuidado. Todavía crees que puede tratarse de un error. Por eso quitas la cinta sin deshacer el lazo y levantas la tapa. Dentro hay algo envuelto en papel de seda, también gris. Una bufanda a cuadros de color beis, con rayas negras y rojas, se desliza en tus manos. Nunca habías tocado ningún tejido de esta suavidad, que contrasta con la rudeza de tu piel. Una etiqueta reza 100% Cashmere y cuando le das la vuelta, tienes que leer varias veces lo que pone para poderlo asimilar: 600 Euros.
De repente te sientes como si te hubieras acercado a la boca de un volcán, necesitas darte una ducha para ver si el agua fría consigue quitarte esa sensación de estar en una dimensión paralela. Mientras las gotas ruedan por tu anatomía, repasas tu lista de amigos, amantes y familiares. Por mucho que le das vueltas a la cabeza, no tienes ni idea de quién ha podido hacerte semejante obsequio. ¿Estarás siendo objeto de una cámara oculta? ¿Se tratará de una broma pesada? ¿Alguien intenta sobornarte, o comprarte? ¿Quién deja el precio en un regalo?¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?
Cuando sales de la ducha, con las ideas igual de confusas o más, una imagen se abre camino en tu mente. Quieres desecharla, pero no lo consigues. Y vuelves a revivir la situación. Todos parecen haberse dado cuenta menos tú. Has tenido que soportar las burlas de tus colegas por su culpa. "Edu, el nuevo jefe está por tus huesos", te dicen entre carcajadas, "¿no has visto cómo te mira?" Y tú lo niegas y les contestas que están chalados, que te dejen en paz. Pero ahora recuerdas la última reunión que tuviste con él y reparas en los detalles que antes no habías captado. Esa manera de colocarte el brazo sobre los hombros. O ese retener tu mano más de lo necesario cuando te saluda.
Necesitas serenarte y decidir qué hacer con el dichoso paquete. Quieres devolverlo, pero no sabes a quién. Ya no te importa llegar tarde al trabajo, llamarás diciendo que estás enfermo. No sabrías cómo actuar. Estás a punto de coger el móvil cuando entra una llamada. En la pantalla parpadea la palabra "mamá".
—Hola Edu, querría habértelo dicho antes, pero me he despistado. Te llegará un paquete muy bonito. No te hagas ilusiones que no es para ti. Le quería gastar una broma a tu padre pero, como os llamáis igual, mi secretaria ha puesto tu dirección en vez de la nuestra.
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