No hay que subestimar al oponente

 


Con su visión de 360 grados, Jacobo v2.0 analiza la situación en pocos segundos. Es consciente de que, si opone resistencia, aquellos salvajes pueden desconectar un buen número de sus conexiones, aun sin saber que lo hacen. No va a permitir que esto suceda. Opta por dejarse llevar. Son tres hombres violentos y con pocos escrúpulos, como lo han demostrado por su forma de irrumpir en el laboratorio y destruir varios androides v1.9, menos evolucionados que él.

Romualdo, al que los otros llaman “Romu” y parece ser el cabecilla, intenta que sus compinches no se pasen de rosca y les grita:

—¡Pedazo de inútiles! Ya estáis teniendo cuidado, porque si el bicharraco este no llega completo y sin estropicios, no veremos la guita. Sé que hay ganas de jaleo, pero ahora se acabó. ¡Subidlo a la furgo rapidito y larguémonos de aquí!

Dos de ellos sujetan al androide, al que han atado de pies y manos, como si eso fuera suficiente para impedir su fuga. En cambio, no han creído necesario taparle los ojos o ponerle una capucha. Está claro que no tienen ni idea de dónde se han metido. El androide sabe muy bien cómo actuar en caso de secuestro y su sistema operativo se prepara para la acción.

El prototipo Jacobo v2.0, a demás de una visión excepcional, incorpora un cerebro humano que lo hace capaz, entre otras cosas, de distinguir las diferentes voces y de identificar los olores. Por eso sabe que la furgoneta en la que viajan se ha utilizado para transportar pescado y ya conoce la identidad de Romualdo. Además, si bien el compartimento trasero donde lo han acomodado no tiene ventanas, su sensor intracorporal le permite saber con precisión el recorrido del vehículo. Traza un mapa virtual y activa su procesador para calcular el posible destino. Pocos segundos son suficientes para concluir que se dirigen a la terminal de contenedores del puerto de Barcelona. Está convencido de que pretenden sacarlo del país con destino, con mucha probabilidad, a Rusia.

Jacobo se asegura de que han abandonado las zonas urbanas, para iniciar la operación de autorescate. Lo primero que hace es activar el láser de precisión que incorporan sus pupilas para deshacerse de las ataduras que lo inmovilizan. A continuación, comprueba si la red wifi de la furgoneta está disponible y, una vez localizada, se conecta al centro de mando del vehículo haciendo que se detenga y quede bloqueado.

Por mucho que lo intentan, los delincuentes no logran dar con el origen del problema.

—Ya decía yo que esta mierda de camionetas tan modernas, acaban dándote por culo —gruñe el conductor.

—¡Hay que joderse! ¿No se suponía que dominabas todo tipo de furgos? Ya estás arreglándola si no quieres que te vuele los sesos —responde Romu, mientras le apunta a la cabeza con una pistola que Jacobo ha identificado como arma de fogueo.

Se crea un momento de confusión que Jacobo aprovecha para abandonar el vehículo. El ruido de un helicóptero le confirma que su petición de rescate ha surtido efecto. Sonríe imaginando la cara de sus captores cuando descubran que ha desaparecido.

Tan pronto lleguen, les dirá que tienen que buscar un nuevo jefe de seguridad para el laboratorio.

Imagen de James Sutherland en Pixabay


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