Jugarretas de la mente
Hoy es viernes y, como suelo hacer los viernes cada tres o cuatro semanas, entro en la peluquería dispuesta a ejecutar el ritual al que me veo voluntariamente obligada: hacer desaparecer mis canas. Promete ser una mañana aburrida que pasará sin plena ni gloria. O eso creo yo. —¿El mismo color de siempre? —me pregunta Yésica nada más entrar, después del consabido intercambio de saludos. Yo asiento con un movimiento de cabeza. Sin más, comienza su tarea hasta dejarme en ese estado en el que querrías que nadie te viera. Mientras espero a que el tinte disimule las huellas de mi edad, me entrego a la lectura de "Recursos inhumanos", una novela que me tiene atrapada, por lo que aprovecho cualquier resquicio en mi tiempo libre para sumergirme en su trama. Al cabo de un rato, el sonido de la campanilla de la puerta me hace levantar la vista. El rostro que veo reflejado en el espejo me impacta como un latigazo. Miro debajo de mis pies con la esperanza de que el suelo se abra ...