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Mostrando entradas de septiembre, 2022

Escrito en las estrellas

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  Con la sonrisa de alguien que ha ganado el Oro Olímpico, Marina iba a encontrarse con su amado tras una jornada agotadora. A su paso, el atardecer avanzaba inundando las calles de sombras oscuras y el cielo se cubría de tonos ocres, como en un presagio. Y es que, en ese mismo momento, él se alejaba de ella en busca de un nuevo amanecer. Sin embargo, la estrella que lo guiaba no tardó en volver a conducirlo a su verdadero destino. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay  Relato elegido en el  V Concurso de microrrelatos "Microatardeceres" de Diversidad Literaria  y publicado en la antología con el mismo nombre. - Septiembre 2022 **************** Si te ha gustado, podrás encontrar más microrrelatos: Aquí

El dedo índice

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   Fede se despierta con las manos doloridas. "Creo que ayer me excedí con la jardinería", murmura para sí. Y una voz interior añade; "eso y los achaques de la edad". Piensa en las horas pasadas el día anterior cuidando del césped, de las flores y los árboles de su jardín que tiene hasta un estanque con peces y nenúfares. Su mirada se dirige al dedo índice de su mano derecha mientras se lo frota con suavidad. Una sonrisa indecisa se abre paso en su cara y Fede vuelve a ser niño. A pesar de la lejanía en el tiempo, es difícil olvidar ese día. Era muy pequeño y  lo que rememora es una mezcla de lo que recuerda y de lo que oyó contar a sus padres en varias ocasiones. En una tarde primaveral, como otras muchas, sin nada que la hiciera diferente, los tres hermanos jugaban en el jardín de la casa. La niñera los vigilaba de lejos mientras tendía la ropa. Fede, que tenía poco más de dos años, contemplaba hipnotizado el subir y bajar del balancín donde su hermana mayor y su

Mi favorita

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  Mi mirada perdida se posó en ti esta mañana. Me pregunto cuántas experiencias has vivido; cuántas cosas podrías contarme sin pronunciar una palabra; cuántas personas han disfrutado de un merecido reposo gracias a ti. Tu piel arañada y los surcos que la recorren hablan de tu larga vida. Cuando te encontré, estabas abandonada a tu suerte. Nadie parecía quererte. Pero había algo en ti que me llamó la atención. No sabría decir qué. Quizás tu aire distinguido o tu estilo antiguo y señorial. No lo sé. Decidí recogerte, adoptarte. Te llevé a casa y te lavé con energía pero con mimo; eliminando las diferentes capas que cubrían tu maltratada superficie. Poco a poco emergió tu carácter, resaltando la viveza de tus líneas. Te recubrí de ungüentos y afeites. Empezaste a emitir luz propia. Te otorgué un lugar destacado en mi habitación. Siempre que estaba cansada acudía a ti. Contigo podía recuperar el resuello y relajarme recorriendo las vetas doradas que te recubren y descansando mi espalda