Los vuelcos de la vida
Casi no me lo podía creer cuando me llamó Elvira. Era llamativo que la persona que nos había machacado durante años con la decencia, la humildad y la bondad ahora se viera envuelta en un asunto tan turbio. Los recuerdos de mi larga etapa en el colegio de monjas se agolparon en mi mente. Me acordé de una vez, yo debía tener doce años, que estábamos en la capilla. La madre San Javier, con su eterno hábito negro y la toca que ocultaba su cabello, se disponía a dirigir el rezo y, antes de comenzar, nos dijo: —El rosario de hoy será para rogar al Altísimo por la resolución de un conflicto muy grave, que está punto de desencadenar la tercera guerra mundial. En ese momento yo no tenía ni idea de qué estaba hablando, pero, con el tiempo supe que se refería, ni más ni menos, a la grave crisis de los misiles en Cuba. La religiosa, con su voz estentórea, iba recitando una larga letanía implorando a Dios por el fin del problema, la paz mundial y yo que sé cuantas cosas más. Nosotras r