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Mostrando entradas de enero, 2023

El ritual anticaserante

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Cuando lo conocí se apuntaba a cualquier movida. Daba igual que se tratara de ir al cine, a bailar, a pasar el día en el campo o simplemente tomar unas copas con los amigos. Todo menos quedarse en casa. Siempre decíamos que un derrumbamiento repentino no nos pillaría in situ. Un tiempo después, nos fuimos a vivir juntos y descubrió que estar en el hogar a tu aire no estaba tan mal. La verdad es que a mí un poco de tregua no me importó. Casi que hasta la agradecí, por lo menos al principio. Pero llegó un día en que no había forma de hacerlo salir. Se volvió tan y tan casero que empecé a desesperarme. Nunca puso objeción a que yo lo hiciera por mi cuenta, pero a mí también me apetecía que fuéramos juntos a bailar, al cine, a viajar o hacer miles de cosas. Cuando mi impaciencia alcanzó un nivel insoportable, no tuve mejor idea que pedir consejo a mis amigas. Ojalá no lo hubiera hecho. Una de ellas, Maribel, justo de la que menos me lo esperaba, me soltó como si fuera la cosa más norm

¿Y si fuera cierto?

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  Las cámaras, los flashes y los micros tienen rodeada la mansión de la famosa Shaki. Los fans están divididos en una proporción imprecisa. Unos miran y jalean a Shaki y el resto, bastantes menos, profieren gritos a favor de Gera. Si se tuvieran que medir con un sonómetro, seguro que ganaría Shaki. A medida que avanza la noche, tanto fans como periodistas van emprendiendo una retirada lenta y progresiva. Todavía quedan algunos cuando un Mercedes con las lunas tintadas se acerca a la parte trasera de la vivienda. Los pocos periodistas que siguen haciendo guardia corren hacia el coche que desaparece en el garaje, dejándolos con un palmo de narices y con las ganas de ver quién o quiénes son los ocupantes del vehículo. Todos se preguntan si la cantante ha encontrado quién la consuele de su mal de amores. Dentro, Shaki acaba de acostar a los niños y se sienta a la mesa del comedor que está preparada para dos comensales. El visitante la besa sin prisas y toma asiento a su lado. —¿Estás s

Un encuentro casual

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  Dos personajes ilustres comparten, sin saberlo, vagón en el metro de Moscú. El tren ha detenido su marcha en medio de dos estaciones y, aunque han oído un mensaje por megafonía, ninguno de ellos ha podido entender lo que decían. Se trata, ni más ni menos, que de don Antoni Gaudí, famoso arquitecto catalán, y la dama inglesa conocida como Lady Godiva. El señor Gaudí se pasea por el vagón observando hasta los más mínimos detalles del compartimento. Se detiene ante los asientos que hay cerca de una de las puertas y advierte la presencia de la conocida dama. —¡Qué sorpresa, Lady Godiva! No esperaba verla por aquí. Veo que el frío de Moscú le ha hecho arroparse bien. La mujer luce un abrigo de visón plateado, adornado con botones de pedrería, que le llega a la altura de los tobillos. Lleva también un sombrero a juego y un manguito con el que se cubre las manos. —¡Buenos días, diría yo, señor Gaudí! Veo que es usted exactamente igual que la fama que le precede. Creo adivinar a qué