¿Celos o envidia?

El verano estaba en su apogeo y yo me sentía feliz por cómo transcurrían mis vacaciones. Aunque pasaba por esa etapa de transición en la que eres demasiado mayor para algunas cosas y demasiado pequeña para otras, por fin había conseguido tener mi propio grupo de amigos. Eso sí, con la intervención de mis padres, ya que dos de las chicas eran hijas de unos conocidos de ellos. Y es que, a pesar de que tenía y tengo seis hermanos, por edad no encajaba con ninguno, ni por arriba ni por abajo. El hecho de estar en un pueblo de playa pequeño, por aquel entonces no demasiado turístico, me proporcionaba cierta libertad de movimientos y eso me hacía sentir casi adulta con mis recién estrenados catorce años. Con mis nuevos amigos, podía disfrutar de largos paseos por la playa, ir a bucear, ir a coger mejillones, acudir a las sesiones de cine al aire libre por la noche y hasta participar en los primeros guateques de mi vida. Nunca olvidaré el momento. Ese día estaba deseando que llegara...