El cometa

 


Este relato es mi aportación al "Repte Literari Sant Jordi Urànic" organizado por el Centre Cívic Vil·la Urània de Barcelona con motivo de la festividad de Sant Jordi 2024 

(Recopilación de los relatos presentados en este enlace)


El cometa

Lejos quedan las noches de verano en las que, cogido de la mano de mi abuelo, caminábamos por la playa y nos tumbábamos en la arena para contemplar las estrellas a nuestro antojo. Los mejores días eran aquellos en los que la luna nueva dejaba todo el protagonismo a los demás astros. Mi abuelo, que había sido marino, sabía leer el cielo como si fuera un libro abierto. Con paciencia me mostraba Venus, ese astro que parecía más brillante que los demás, pero que no titilaba, o la Osa Menor, con la estrella Polar que señala el norte, y en los cielos del mes de agosto si éramos afortunados, hasta podíamos ver la lluvia de estrellas de las perseidas.

Ha pasado el tiempo y hoy soy yo quien guía a un grupo de niños de ocho años, que me rodean expectantes mientras les explico que hoy, veintitrés de abril, si el cielo permanece despejado, podremos ver pasar el cometa 12P/Pons-Brooks. Son críos inquietos y curiosos que no tardan en bombardearme con preguntas:

—Profe, ¿de qué están hechos los cometas? ¿Pueden chocar contra la Tierra? ¿Es verdad que tienen cola?

Les explico con paciencia que estos astros son restos de la creación de nuestro sistema solar y que son una mezcla de hielo, polvo, rocas y gases. También les digo que sí, que tienen una cola que se forma por el calentamiento de los gases y la acción del viento solar, y añado:

—Y no os preocupéis. El cometa está muy lejos de nuestro planeta y sería muy difícil que chocara con la Tierra.

Los chicos aplauden entusiasmados e impacientes. Aunque estamos en el observatorio astronómico Fabra, esta vez salimos a la explanada exterior que está repleta de hamacas donde nos tumbamos para disfrutar del momento.

El cometa no nos defrauda y nos obsequia con un espectáculo inolvidable. En el aire resuenan las exclamaciones de admiración de los chavales, que despiertan en mí el recuerdo de mi abuelo y de aquellos días en los que el firmamento ya me parecía un mundo misterioso e inabordable.

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