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Mostrando entradas de febrero, 2025

Hurgando en el pasado

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  Hace varios meses que Mariajo y Vicky no se ven. Por una razón o por otra nunca encuentran el momento para reunirse. Cuando por fin lo hacen se dicen que será la oportunidad para ponerse al día de las últimas novedades, cotilleos incluidos. Pero lo cierto es que la nostalgia se cuela en su conversación y les da por recordar los momentos compartidos hace ya demasiados años. —¿Te acuerdas de los fiestones que organizaba Pancho en su casa? —dice Vicky con mirada nostálgica. —¡Vaya! Eso eran fiestas y lo demás son tonterías. Siempre me he preguntado cómo se las apañó para que no lo echaran del edificio. —Yo tampoco lo entiendo. Más de una vez nos daban las ocho de la mañana en pleno bailoteo. Y hablando de baile, ¿te acuerdas de Esmeralda? —Como para olvidarse de ella. Sin ser guapa, era resultona y llamativa. —¡Y tanto! Claro que el color de su piel y su corte de pelo estilo Grace Jones por sí solos ya llamaban la atención. —¡Y cómo bailaba samba la tía! Parecía recién sa...

El abuelo

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Cuando Roberto la vio caminando hacia él fue como si alguien le hubiera arrojado un cubo de agua helada encima. Por unos segundos, se le cortó la respiración. Creyó entrar en otra época, en otro momento. Hacía mucho que no experimentaba algo parecido. Volvió a ver la sonrisa pícara de esos ojos color miel que le habían enamorado, con su melena agitada por el viento. La vio paseando por la playa, parándose a recoger los restos de vidrios rotos que el mar devolvía en forma de piedrecitas de colores. Le pareció oír su voz regañándolo porque, una vez más, se había olvidado de bajar la tapa del inodoro. El sonido de su voz y los tejanos ajustados que llevaba la joven rompieron la burbuja en la que se hallaba sumergido y lo devolvieron al momento actual. —¡Abuelo! ¡Has venido! —gritó a pleno pulmón, y mientras lo decía lo apretaba con tal fuerza entre sus brazos, que casi le hizo perder el equilibrio. —¿Cómo se puede cambiar tanto en un año? —¿Yo? Pues, yo que sé, creo que sigo sien...

Vidas ajenas

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  No es habitual oír gritos en la casa de mi vecina, pero últimamente parece que se hayan vuelto locos. Además, en pocas semanas me la he encontrado varias veces con la cara amoratada. La primera vez, según ella, había abierto una puerta con demasiado ímpetu y, por un error de cálculo, se la había estampado en toda la cara. La segunda, qué casualidad, explicó que, al abrir un armario de la cocina, un pote de miel le había caído en pleno rostro. Hoy, y ya van tres, cuando la he visto ha quedado claro que no tenía ganas de dar explicaciones, porque no ha esperado a bajar en el ascensor conmigo y se ha escabullido escaleras abajo a toda prisa. Así es que creo que no se trata solo de gritos. Me he pasado el día dándole vueltas al tema. Tantos accidentes caseros son demasiados y podrían esconder algo más grave. Me digo que tendría que hacer algo al respecto, pero no sé ni qué ni cómo. De momento todo son sospechas y no evidencias. Y, aunque no creo que me equivoque, lo más fácil es c...