Sueños rotos

Sara vive en un mundo de fantasía. Sumergida en sus ensoñaciones, recrea las experiencias que desearía ver traspasadas al mundo real; son muchas y muy variadas, pero una de ellas se ha convertido en algo recurrente. La calidez de la mañana es una excusa perfecta para asomarse al exterior y ella, apoyada en el alféizar de su ventana, contempla la otra, la que está justo frente a la suya, al otro lado de la calle. Pero hoy no lo ve. Cierra los ojos y recrea su imagen: su pelo liso y rubio, la mirada profunda de sus ojos grises, en la que quisiera perderse. Y lo que más le fascina: sus manos de pianista con dedos largos y ágiles. Lo imagina deslizando sus dedos por las teclas blancas y negras y dedicándole a ella, solo a ella, la más dulce de las melodías. La voz de su madre, rompe el hechizo del momento. La esperan con el desayuno en la mesa. Se sienta y, sin más preámbulo, les dice a sus padres: —Ya s...