Sanación

Levanta unos milímetros la cortina, lo suficiente para ver sin ser visto cómo anda la cosa en el patio de butacas, y mueve la cabeza de un lado a otro con gesto de preocupación porque ve muchos asientos vacíos. Demasiados, a pesar de que sabe que todavía faltan veinte minutos para que se abra el telón y que a la gente le encanta llegar con el tiempo justo. Aunque ha repasado el monólogo hasta la saciedad, hay algo que le chirría y no acaba de saber qué es. Esta mañana, cuando se lo ha leído a su mujer por enésima vez, ella no ha esbozado ni una leve sonrisa justo en ese fragmento que tendría que haberle hecho reír a carcajadas. No importa que ella le haya asegurado que era porque ya lo tenía muy oído y había perdido el factor sorpresa. Da vueltas en el pequeño espacio que usa como camerino; se mira en el espejo para comprobar su maquillaje y le pide a la esteticista que se lo retoque porque, según él, le ha colocado demasiado rubor en las mejillas. Vuelve al escenario ...