¿Bruja?

Llovía y, aunque aún era temprano, la luz que se filtraba a través del pequeño ventanuco era escasa y mortecina. De vez en cuando el fulgor de un relámpago lo iluminaba todo por unos instantes y el ruido ensordecedor de los truenos hacía estremecer las gruesas paredes de la casona. Las gotas de agua golpeaban con furia el tejado con un repiqueteo que resonaba por toda la estancia. En el centro, al calor de una hoguera de leña, Melisa parecía no percatarse de la tormenta y removía sin cesar el contenido del gran caldero que se hallaba sobre el fuego. Sólo le faltaban las hojitas de salvia que su amado Sancho le había prometido traer. Esperaba que todo su esfuerzo sirviera de remedio para los males de su padre. Mientras tanto, no muy lejos de allí unos jinetes, embozados y provistos de lanzas, cabalgaban al galope bajo el intenso aguacero. Se detuvieron ante la casa de Melisa y no pidieron permiso para entrar. Destrozando todo lo que hallaban a su paso, y al grito de ¡b...