El banquero



    Un grito aterrador rompe el silencio de la noche. Matías, que sufre de insomnio y pasa las noches escribiendo, levanta los ojos de la pantalla y detiene su tecleo incansable. Intenta aguzar el oído pero solo oye los ruidos apagados de la calle. A los pocos minutos, suena una sirena. Matías mira por la ventana y llega a tiempo de ver como un coche patrulla se detiene justo frente a su casa. Su curiosidad  hace que permanezca observando, a oscuras. Poco se imagina que está a punto de encontrar un buen final para ese relato inacabado que tiene. Suena otra sirena. Esta vez se trata de una ambulancia que se detiene a pocos metros del coche patrulla. Su mente de escritor empieza a fabular sobre lo que puede estar ocurriendo en la casa de enfrente. Primero salen los camilleros. En la camilla una cabellera larga y rubia le hace pensar en su vecina Maruja, pero no puede estar completamente seguro. Al poco aparecen dos policías. Llevan esposado a un hombre de mediana edad, delgado y con pelo gris. Su apariencia, le hace pensar en… ¿será posible? Mañana a primera hora, llamará a su amigo, el comisario de policía que siempre le echa una mano con sus novelas. Tiene que saber lo ocurrido.

    Matías vuelve a su mesa de trabajo y, antes de seguir escribiendo, relee los primeros párrafos de su novela:

    “Hubiera sido un lunes como otro cualquiera, si no fuera por lo que aconteció. Como todos los días, Mariano Gutiérrez se levantó y siguió su rutina de ducha, periódico y café y, sin más, se despidió de su esposa. La diferencia, la gran diferencia, fue que Mariano nunca llegó al Banco que dirigía. Se esfumó. Y lo más curioso es que ese día también se esfumaron cien millones de euros del banco. 

    Después de esperar un tiempo prudencial y llamar a varios de sus contactos más allegados, el consejero delegado del banco, de común acuerdo con la esposa del desaparecido, pensó que había llegado el momento de poner en marcha la maquinaria policial y detectivesca. Rastrearon sus cuentas, sus llamadas de teléfono, interrogaron a todos su amigos, conocidos, amantes, contactos de trabajo. Controlaron las listas de embarque de todos los vuelos. Llamaron a todos los hospitales. Todo fue en vano. Era como si Mariano Gutiérrez hubiera sido abducido por una nave extraterrestre. 

    El caso se mantuvo abierto durante varios años. Y cuando la policía decidió cerrarlo por falta de cualquier evidencia que les permitiera seguir con la investigación, el banco pensó que el robo de cien millones de euros merecía dedicarle algún esfuerzo más y contrataron a un detective privado. El detective tuvo la intuición de poner a uno de sus hombres a seguir los pasos de la que se dio en llamar la “viuda del vivo”, Maruja Romero. Le ordenó que se pegara a ella como si fuera su sombra.”



    Matías, sonríe al recordar que nunca finalizó su relato, un poco porque estaba dedicado a otro proyecto literario que le dejaba poco tiempo y un mucho porque mantenía la esperanza de que el desaparecido apareciera. Apaga el ordenador y decide acostarse un par de horas mientras llega el momento de hablar con el Comisario.

        Se despierta temprano y, como suele hacer todas las mañanas, conecta la radio para oír las noticias mientras se toma el primer café del día. Escucha con cara de aburrimiento hasta que un titular hace que suelte la taza que se estrella estrepitosamente en el suelo:

    “Después de permanecer diez años en paradero desconocido, el ex-banquero Mariano Gutiérrez ha sido detenido esta madrugada por la policía. Fuentes bien informadas, afirman que el susodicho habría acudido a su domicilio conyugal para recuperar una llave. Al parecer, confiado por el tiempo transcurrido, no dudó en presentarse en su antiguo domicilio donde tenía escondida la llave de una caja de seguridad en la que podría tener guardado parte del botín. Su esposa, Maruja Romero, ha sufrido un paro cardíaco y ha tenido que ser ingresada en el Hospital de la Cruz Roja.”



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