El proyecto


—Buenos días. Son las ocho —dice la voz neutra del asistente, mientras entra en la habitación de Raimón y abre las cortinas.

—Vale, vale. Puedes irte a prepararme el desayuno —contesta bostezando. 

Después de una breve ducha Raimón entra en la cocina dispuesto a dar cuenta de lo que en un momento ha preparado su asistente: zumo de naranja, tostadas y una humeante taza de café con leche.

—¿Te ha parecido bien el desayuno?

—Sí, no estaba mal.

No hace ni cinco minutos que Raimón se ha sentado frente al ordenador cuando la voz monótona del asistente vuelve a sonar:

—Y esta noche, ¿qué querrás para cenar? 

—¿Tengo que responderte ahora? La verdad es que no tengo ni idea.

— Dímelo cuando lo sepas por favor.

Empieza a cuestionarse si ha hecho bien aceptando el proyecto. Le pone nervioso tanta pregunta. Y todavía tiene para tres meses. Suspira resignadamente y mira por la ventana. El tiempo no ayuda a levantarle el ánimo. Hace dos semanas que el cielo está gris y hoy no parece que vaya a ser diferente. Trata de concentrarse en la pantalla del ordenador con la esperanza de no tener muchas interrupciones.  

Al poco rato ve como el asistente se acerca de nuevo. Contempla su cara cuadrada, de facciones corrientes y sin personalidad, y piensa: “a ver cuál es la nueva ocurrencia”.

—Hoy toca hacer pedido al supermercado. He visto que se está acabando el detergente. ¿Quieres que lo incluya?

—Vale —dice Raimón con impaciencia.

—¿Quieres que añada algo más a la lista?

—No hace falta. 

—¿Te gustan las croquetas? Puedo hacer croquetas para cenar.

—Como quieras. —Raimón respira hondo y piensa: “no lo soporto. Un día voy a hacer un disparate”.

El asistente, como si pudiera leer su mente, añade:

—Perdona si te molesto. ¿Te gusta como te ha quedado la ropa planchada?

Esto es más de lo que puede soportar. Pierde el control por un momento y grita:

—¡Deja de hacer preguntas! ¿No ves que estoy trabajando? ¡Tírate por la ventana y déjame en paz!

No han transcurrido ni cinco minutos cuando se oye un gran estrépito y Raimón corre al balcón trasero, que es de donde parece venir el estruendo. En el patio interior resuena una voz metálica que repite una y otra vez: “no hay ventana, ha tenido que ser por el balcón. No hay ventana, ha tenido que ser por el balcón”. El objeto de su proyecto “Pros y contras del funcionamiento de un robot doméstico” yace en el patio interior bastante maltrecho. Nunca hubiera sospechado que un humanoide fuera tan obediente. 



Safe Creative #2003083257062

Comentarios

  1. Raimon no tenía el día... Genial Mariángeles

    ResponderEliminar
  2. Eso parece...🤣. Muchas gracias, Isabel.

    ResponderEliminar
  3. Bien fresco, Mariángeles, me has sacado una risada. <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De eso se trataba. Me alegra haberlo conseguido 😃. Muchas gracias y un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La espera

Imaginación

Sanación

Amor al arte

Reinventándose

Crónica de un viaje atípico