Te lo dije

 

Foto de Andrea Piacquadio en Pexels

—¡Te lo dije, te lo dije, te lo dije! ¡Te dije que pasaría exactamente esto! —gritó Berta dando un portazo que retumbó por toda la casa.

—¿Me lo dijiste? No sé de qué me hablas…. —respondió Alicia.

—Mira niña, no te hagas la inocente, la que no te enteras ni sabes nunca nada.

—Sí, ¡claro! ¿Cómo no? Me olvidaba de que tu lo sabes todo y no te equivocas nunca, ¿verdad?


Alicia miró de soslayo el sobre que Berta acababa de dejar encima de la mesa, se aseguró de que no la veía , y lo cogió. Tenía que echar un vistazo a la carta que había provocado semejante reacción en Berta. Decepcionada, vio que el sobre estaba vacío pero, por lo menos, pudo comprobar que el remitente era el Consulado de Israel.


—Berta, de verdad, no sé qué es lo que te pasa, ¿quieres calmarte por favor? ¿Qué he hecho yo ahora?

—Mira, no pongas cara de no haber roto nunca un plato. Lo sabes perfectamente y ahora, gracias a tu incompetencia, voy a tener un serio problema. Te insistí, te rogué, te lo expliqué muy clarito. Era muy importante que presentaras el certificado. ¡Para una vez que te pido un favor! ¡Sabías que yo no podía ir! ¿Se puede saber qué hiciste?

—Hermanita, te juro que lo presenté, lo que pasa es que... no pude ir ese mismo día... Había una master class de zumba súper, súper interesante y me había comprometido a ir con Claudia y Ana. No me la podía perder por nada del mundo. Pero bueno, tampoco hay para tanto, lo llevé con un poco de retraso, eso es todo...


Berta paseaba nerviosamente por el salón estrujándose las manos. El color de sus mejillas fue subiendo de tono hasta casi llegar al granate. No podía creerlo. Todos sus planes se podían ir al traste por la irresponsabilidad de su hermana.


—Si no me dan el visado a tiempo, perderé una oportunidad única de ir al seminario de microbiología en Tel Aviv —dijo Berta de un tirón casi sin respirar.

—Eh…, bueno…, es que…. Yo creí que…, yo pensé que…


María, en la habitación contigua, intentaba concentrarse en su trabajo pero la discusión de sus hijas la distraía. Al oír la última frase de Alicia esbozó una sonrisa. No pudo evitar recordar lo que tanto había oído repetir a su abuelo y a su propio padre: «María, no olvides que don “creíque” y don “penséque” eran primos de don “tonteque”».



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