La gota que hizo rebosar la copa

 


Había tenido un amanecer desastroso. Es cierto que las cosas entre él y Silvia hacía tiempo que no iban bien, pero Ricardo no esperaba ese final. La vio preparar una maleta. No era nada raro, Silvia era consultora y su trabajo implicaba viajar con frecuencia. Sin embargo, lo de esa mañana denotaba un cambio. Primero había preparado una maleta, después una segunda y, luego, hasta una tercera.

Por si no lo has pillado, Ricardo, te lo voy a explicar: me voy de casa y esta vez es definitivo —le dijo—. Ya no aguanto más. A partir de ahora tú y tus borracheras os vais a tener que espabilar solos.

Y es que le gustaba mucho beber, pero cada copa, esa precisamente esa, iba a ser la última. Lo pensaba con convencimiento, pero, a la hora de la verdad, su voluntad flaqueaba.

Oyó el portazo de la puerta al cerrarse tras Silvia y le faltó tiempo para servirse el primer whisky de la mañana cuando todavía no eran ni las diez. Tomó asiento y rememoró lo sucedido la tarde anterior. Se dijo que esa debió ser la gota que había hecho rebosar la copa.

Silvia lo había invitado a acompañarle al vernissage en la que su amiga Laura iba a exponer los cuadros que había pintado durante el confinamiento.

Estate allí a las seis. Es importante ser puntual —remarcó—. Laura tiene que recibir a la prensa a las siete. Me gustaría que, antes, tuviéramos tiempo de disfrutar de sus cuadros y comentarlos con ella.

Pero Ricardo había sido incapaz de resistirse a la copita afterwork, tan de moda entre sus compañeros de trabajo, que se transformaba con facilidad en varias.

Para cuando llegó a la galería de arte, con retraso, Ricardo estaba algo más que achispado. Al fondo de la sala vio a Silvia hablando con Laura y a dos personas más que no conocía. Sin dudarlo se dirigió hacia el grupo interrumpiendo su conversación.

¡Hooola, a todos! ¡Vengo a ver la obra de la mejor pintora de todos los tiempos y la más guapa! —Miró de soslayo a la artista. No la podía soportar. Y, en cierto modo, estaba celoso de ella. Creía que Silvia le dedicaba más tiempo que a él—.¿Pensabais que os ibais a librar de mi presencia maravillosa? ¿Sabéis? Yo también pinto. Sobre todo cuando me llama alguno de los pelmazos de mis clientes. ¡Ja, ja, ja!

Hablaba atropelladamente, arrastrando las palabras que se resistían a salir de su boca. Se hizo el silencio a su alrededor y Silvia, tras disculparse, cogió a su marido del brazo y lo arrastró de vuelta hasta la calle:

¿Estás satisfecho? ¿De verdad te crees muy gracioso? ¡Ya has conseguido ponerme en ridículo una vez más! ¡Lárgate de aquí!

Ricardo contempló cómo se alejaba su mujer. Pasado el estupor del primer momento, se dirigió a la cafetería que había junto a la galería de arte. Allí se tragó el rapapolvo tomando otro whisky con hielo que apuró con rapidez.

Mientras, en la galería, la rueda de prensa había comenzado y los periodistas de los diferentes medios rodeaban a la artista. De repente, algo parecido al tañido de una campana gigante resonó en la sala. Todos se giraron a tiempo de contemplar a un tambaleante Ricardo que, después de haber intentado traspasar la puerta sin abrirla, forcejeaba con el guarda de seguridad profiriendo todo tipo de insultos.

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Imagen de Christine Sponchia en Pixabay 

Comentarios

  1. Excelente relato, gracias por llevar con tus letras a la reflexión de lo que a veces se convierte en cotidiano. Enhorabuena.

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    1. ¡Muchas gracias a ti, Angy! Sois los lectores como tú los que hacen que escribir merezca la pena.
      Un abrazo,

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  2. Me ha encantado. El final apoteósico, como tienen que ser los finales de los buenos relatos y de las relaciones «amorosas» con personajes de este calibre. La narración exquisita, como de costumbre, con ese modo tuyo de presentar la realidad sin entrar en juicios de valor.

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    1. ¡Muchas gracias, Javier! Esa es la idea: exponer las situaciones y que el lector saque sus propias conclusiones. Y a veces estas se alejan de lo que yo pienso o van por derroteros impensables para mí. Tantas versiones como lectores. Pero tú eso ya lo sabes...��
      Un abrazo virtual.

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