La ventana indiscreta
El día que se fue la luz estaba sola en casa, preparando la cena. Dejé las judías verdes a medio trocear y busqué una vela que tengo siempre a mano por si acaso, aunque solo la he utilizado un par de veces en diez años. “Aprovecharé para acabar el capítulo de la novela que dejé a la mitad”, pensé, y fui a buscar mi libro electrónico, con el que puedo leer a oscuras. Me senté en mi rincón favorito junto a la ventana que da al patio interior del edificio que en esos momentos también estaba a oscuras. Justo enfrente, mis vecinos tienen una terraza, que yo siempre he envidiado, porque es espaciosa y está repleta de plantas crasas, buganvillas y hortensias. Lo único que no me gusta es la jaula situada en la parte derecha que, a pesar de ser bastante grande, tiene como prisioneros a dos agapornis de vivos colores que siempre revolotean inquietos. Un resplandor hizo que levantara la vista. Las luces de la terraza se habían encendido y una pareja de mediana edad hablaba o discutía, no ...