Reencuentro
Dedicado a mi muy querida amiga Ascen, que nos dejó demasiado pronto, donde quiera que esté.
Hoy hubiera cumplido 65 años. Muy pocos para haber dejado este mundo. Me voy a la cama pensando en ella, con la certeza de que conciliar el sueño no será fácil. Trato de relajarme, intentando dejar la mente en blanco sin demasiado éxito. Doy vueltas y más vueltas hasta que alguien me dice:
—Te está costando dormir, ¿eh? A mí antes también me pasaba y por eso tomaba tanto diazepam.
—¿Tú? ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que estás…?
—Muerta, sí. Dilo sin miedo que no pasa nada.
No me asusto, al contrario, oír su voz me da una gran paz.
—Estaba pensando en ti, ¿sabes? Por cierto, muchas felicidades.
—¡Vaya! Esta vez has acertado. ¿Recuerdas que siempre te adelantabas un día? He tenido que cambiar de plano para que no se te olvide.
Sonrío porque sé que tiene razón y le digo:
—Veo que sigues siendo la misma.
—¿Qué te crees, que al morir me iba a hacer menos “sincera”? Ja ja ja. ¡Ya me conoces! A la gente que quiero le digo siempre lo que pienso.
—Pensaba que tendríamos más tiempo juntas. Te has ido demasiado pronto —contesto en tono de reproche—. ¿Cómo pudiste irte así, sin más, sin avisarme, sin mandarme una señal? ¡Fue un mazazo!
—Lo hice. Mi consciente no tenía ni idea, pero mi subconsciente lo sabía y se puso en contacto con el tuyo.
—Pues vaya subconsciente más chapucero tienes. No me enteré de nada.
—¿Estás segura? Recordarás que abandoné mi cuerpo pocos días después de que te fueras de viaje. ¿Qué puedes decirme de esos días? ¿Cómo te sentías?
—¡Uf, no me lo recuerdes! Estaba insoportable, tenía los nervios de punta, la angustia me comía viva. No sabía lo que me ocurría. Nunca me había sentido así. Algo me decía que no tenía que irme... Un momento, un momento, ¿me estás diciendo que tú…?
—Sí, yo. Mi subconsciente todavía era torpe, demasiado aferrado a la vida terrenal.
Me entra un escalofrío y me arrebujo con la manta. Tengo que aprovechar para averiguar qué es lo que pasa al otro lado. No soy creyente, así es que no creo en cielos ni infiernos, que ya bastantes infiernos tenemos cuando estamos vivos.
—¿Y cómo es la vida en el otro lado? Bueno, no sé si la llamáis vida o qué. Tú estás divina, desde luego. Será porque ahora vives en el cielo, ja ja ja.
—Tú ríete, que yo nunca había sido tan feliz.
—Oye, ¿y es verdad eso que dicen de la luz blanca, el túnel y todo eso?
—Sí, claro que lo es. No es un cuento chino, no.
—¿Y no pasaste miedo? Debe ser como saltar al vacío sin red.
—¿Miedo? ¡Qué va! Es un paseo hacia la calma absoluta. El sufrimiento aquí no existe. No sé cómo explicártelo. Estamos en otra dimensión. Sé que es difícil explicarlo y entenderlo. Ya sabes aquello de que la energía ni se crea ni se destruye, ¿no? Pues, los seres humanos somos energía y, cuando morimos esa energía no desaparece, se integra en algo que llamamos conciencia universal. Y es que aquí no tenemos solo tres dimensiones, o cuatro si consideramos el tiempo, sino diez u once.
—¡Qué complicado suena todo esto! Me recuerdas a mi hija cuando explica cosas de la física cuántica que estudió en la carrera. A ella le encanta todo esto, yo me quedo con eso de que estás muy bien.
Seguimos hablando y recordando nuestras andanzas y, en algún momento, me rindo al sueño. Me despierto con la sensación de haber tenido un descanso profundo y reparador, y sonrío al pensar que, cuando se lo cuente a Nacho, me dirá que soy muy fantasiosa, pero yo sé que ha sido real.
Imagen de Hermann Steurer en Pixabay
Precioso. Seguro que ella estará orgullosa de ti.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado.¿Eres Naruto?
EliminarMe has pillao!
EliminarJajaja! No puedes escaparte de mí.
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