Cuestión de cabellera

Con gesto cansado, Tor Salas abandonaba la casa de su último paciente del día, un anciano de 96 años cuyas principales dolencias eran la soledad y su avanzada edad. El Doctor, con su poblada cabellera de un blanco rutilante y las gafas de montura de pasta redondas y azules que lo hacían inconfundible, era muy respetado en Subirán. La razón era muy simple: nunca tenía un no por respuesta cuando un paciente requería su presencia a cualquier hora del día o de la noche. También era cierto que su mujer y él no habían tenido hijos, lo que facilitaba su disponibilidad. Cuando llegó a casa, le esperaba una sorpresa: — ¿ Tor, a que no sabes quién ha venido ? — su esposa le recibió con voz cantarina, — ¿Cómo lo voy a saber, Ayra? Anda, dímelo tú. El visitante resultó ser, Protos, su amigo de la universidad, que había iniciado los estudios de Medicina con él para abandonarlos a media carrera a favor de la Bioquímica. A pesar de todo, habían mantenido una estrecha amistad. Se saludaron efus...