Desayunando

Isla Barú, Cartagena de Indias, Colombia

Claudia mira a su alrededor con cara de aburrimiento mientras espera que Roberto, su marido, regrese del bufet libre. Y, de nuevo, aparece la mujer de blanco. Es la tercera vez que la ve pasar; ahora, con unos vasos de zumo. Claudia no puede evitar seguirla con la mirada. Lleva un vestido largo, semitransparente, que dejar ver perfectamente su esbelta figura y su mínimo bikini. Se dirige a una mesa, donde la espera un hombre con dos niños pequeños. 

—¿La has visto? —dice cuando ve acercarse a su marido. 

—¿Que si he visto qué? —responde Roberto distraídamente.

—No qué, más bien quién. ¿A quién va a ser? A la engreída esa del traje blanco abierto hasta el ombligo.

Roberto, aunque ya sabe a quién se refiere, disimula, se gira y mira en torno suyo. El restaurante del hotel es grande y está a rebosar. Aún así no tarda en volver a ver a la llamativa mujer que ha atraído la atención de su esposa.

—¡Vaya bellezón!

—¡Podrías ser más discreto! Vamos, ¡digo yo! —dice Claudia moviendo con disgusto la cabeza—. Fíjate, solo se preocupa de sí misma. Ni siquiera mira a los niños. No les hace ningún caso. En cambio el papá, todo el rato pendiente de ellos. Les preparara las tostadas, el yogur. ¡Vamos, un encanto de hombre!

—¿Y a ti qué más te da, Claudia? No será que sientes un poco de envidia, ¿no?

—¿Envidia, yo?  —frunciendo el ceño—, nada de eso. Lo que pasa es que yo tengo mi teoría sobre esta familia y me apuesto lo que quieras a que no me equivoco.

—A ver si por una vez me sorprendes, porque normalmente tienes ideas de bombero.

—¡Ay, bueno! Si no quieres no te la cuento.  Mira, es muy sencilla: él es un buen padre que adora a sus hijos. Su mujer les ha abandonado o no, tal vez…, tal vez, se ha quedado viudo. Y ella es, ya sabes, la otra. La madrastra. Solo quiere lucir tipo y, claro, a los pobres niños ni caso. 

No ha acabado de pronunciar estas palabras cuando la mujer se levanta de nuevo de la mesa y se oye decir a los niños al unísono:

—¡Mami, mami! ¡Vamos contigo!— Y corren hacia ella. 

La mujer, los abraza con ternura y, con un niño en cada brazo, se dirige hacia la salida.


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Comentarios

  1. Con que facilidad prejuzgamos a las personas!

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  2. Pues sí, con demasiada presteza... Suerte que nos lo recuerdas!

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  3. Mariàngeles, em sembla que tu també has fet un llarg parèntesi a la teva activitat d'escriptura!

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    1. La veritat és que no. He seguit escrivint amb regularitat, tret d'alguns dies de vacances. Puc preguntar què t'ho ha fet pensar?

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