El color de la vida puede cambiar
Apartó el visillo beige que cubría la ventana del salón y dirigió su mirada al edificio de enfrente. Tras la contraventana marrón, que quedaba dos pisos más abajo que el suyo, se ocultaba la única visión que le proporcionaba un poco de alegría. Miró el reloj de madera de castaño del salón que marcaba las ocho y veinticinco. Ya no tardaría en abrirse la ventana, pensó.
Fuera la penumbra había comenzado a cubrir las calles y las acacias y los plataneros anunciaban el final del verano con sus hojas que empezaban a lucir tonos parduscos. Alberto cogió los prismáticos para poder observar a la mujer de la ventana marrón. La vio desprenderse con parsimonia de las prendas que vestían su cuerpo hasta dejarlo con una lencería mínima. Después, con una rapidez que Alberto maldijo en su interior, se enfundó en un exiguo vestido color canela y desapareció de su ángulo de visión.
Hacía ya tres años del accidente que le condenó a permanecer unido a un aparato de diálisis tres días por semana. El médico se lo había dejado claro, solo un trasplante podría devolverle la libertad. Pero su grupo sanguíneo, cero negativo, complicaba las cosas. Necesitaba un donante del mismo grupo. Su madre, que en principio parecía una posible donante, quedó descartada por su avanzada edad.
Alberto, mientras contemplaba la sangre que salía de su cuerpo con un tono parecido al de la tierra mojada y se transformaba para regresar con un tono mucho más rojizo, pensó en su casi hermano gemelo, Pablo. Era tan solo once meses menor que él y siempre los confundían, tanto que un día lo sorprendió con Magda, con la que estaba a punto de casarse. Alberto nunca se lo perdonó. Al final, Pablo y Magda acabaron casándose y él se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo de corresponsal de guerra para alejarse de ellos.
Al igual que su sangre, los colores ocres del otoño fueron dando paso a tonos más suaves y el tiempo siguió su curso. Una tarde sonó el teléfono y Alberto, respondió con desgana creyendo que, una vez más, tratarían de venderle algo.
—Señor Marín, le llamamos del departamento de trasplantes del Hospital Clínic.
Tuvieron que repetirle dos veces que sí, que era cierto, que habían encontrado un riñón y que se trataba de un donante vivo.
Los preparativos se precipitaron a toda velocidad y casi sin darse cuenta, se encontró en el quirófano dispuesto para la operación. El anestesista le pidió que contara en sentido inverso comenzado desde cien. Lo último que recuerda es el gorro marrón del médico cuando no había tenido tiempo ni de llegar a noventa y siete.
Él que llevaba una eternidad sin tomar alcohol, se despertó con la sensación de haber bebido demasiado whisky la noche anterior y conectado a todo tipo de aparatos.
—Tiene una visita —le dijo la enfermera.
Sin poder imaginarse de quién se trataba, levantó la mirada y creyó estar viendo visiones. Pablo, sentando en una silla de ruedas con una bata color verde y un gotero, lo contemplaba con lágrimas en los ojos.
Imagen de Pexel-Skitterphoto
La magia de la narrativa breve; en unas pocas líneas nos haces reflexionar sobre la traición, la compensación, la reconciliación, las distintas caras del amor y sus maneras de manifestarse. Tus relatos van camino de convertirse en una savia compacta y nutritiva que acabará cristalizando en un libro aplaudido por sus lectores. Seguro.
ResponderEliminarMuchas gracias por estas palabras tan maravillosas, Javier. Solo por eso vale la pena escribir je je je! La verdad es que intento trabajar mucho los relatos pero no siempre consigues el objetivo. Ojalá algún día pueda publicar un libro como tu auguras. Mil gracias.
EliminarPublicarás. Sigue creando relatos, cuando tengas una suma considerable podrás elegir entre las diferentes opciones de publicación y, por último, te lanzarás a cumplir tu sueño. Si necesitas ayuda o algún consejo, cuenta conmigo.
EliminarMuchas gracias, Javier. Lo tendré en cuenta
EliminarMe ha sacado lágrimas tu relato Mariángeles, Javier tiene toda la razón. Pones la pluma sobre el papel y se convierte en un gotero por donde fluyen tus sentimientos para plasmarlos en él. ¡Magnífico!
ResponderEliminarMuchas gracias, María. Me alegra haber sabido transmitirte tanta emoción. Comentarios como el tuyo, me estimulan para seguir escribiendo. Un abrazo
Eliminaruna breve maravilla..felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias! Me alegra que te guste.
EliminarPienso que tengas suficientes relatos par un libro. Este es maravilloso con un cuadro que reune varios indicios de los que se obtienen enseñanzas. Felicitaciones. Te sigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Amalia. Me encanta tenerte como seguidora. Agradezco enormemente que me dediques tu tiempo para leer mis relatos y comentarlos.
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