Reencuentro 2ª parte

 



Si todavía no la has leído, te recomiendo leer la primera parte de esta historia

 aquí, Reencuentro 1ª Parte


Gustavo sale huyendo de la casa de su amigo, Paco, y corre tan deprisa como le permite su ya no tan joven cuerpo. Cuando se cree lo suficientemente lejos, y el ardor que le sube del estómago lo deja sin el poco aliento que le queda, detiene su marcha, jadeando. Se dobla en dos y no puede evitar que su boca expulse toda la bilis que ha acumulado. Siente un cierto alivio y puede detenerse unos instantes para comprobar que nadie le ha seguido hasta allí.

Un torrente de lágrimas fluye de sus ojos. No estaba preparado para tanta crueldad. Le dijeron que querían hablar con él. Solo eso. Gustavo únicamente tenía que dejarse seguir hasta el nuevo hogar de Paco. No sabe en qué momento llegaron, no se oyó abrir la puerta ni los pasos que los condujeron hasta la habitación de los trenes. Tampoco sonó el disparo amortiguado por el silenciador. Antes de que pudiera reaccionar vio desplomarse a su amigo herido de muerte.

Ahora se pregunta qué podría haber hecho él para evitarlo. ¿Acaso tenía otra opción? Tenían lo que era más sagrado para él, a María, su niña, que pronto cumpliría ocho años. Gustavo llora cuando recuerda cómo se vio obligado a decirle:

—Estos señores cuidarán de ti, mi vida. Volveré muy pronto, te lo prometo.

El recuerdo de María le hace dar un respingo y emprender de nuevo la carrera. Tiene que comprobar que la han devuelto como prometieron.

Mientras corre, las escenas de hace dos años se suceden en su mente. El atraco al banco donde trabajaba su amigo y cómo, involuntariamente, Paco se había convertido en testigo no solo de lo sucedido sino que, además, había tenido la mala suerte de ver el rostro descubierto del cabecilla. Este, creyéndose solo en la cámara acorazada, se había quitado el pasamontañas unos segundos para secarse el sudor sin darse cuenta de que había alguien más. Luego siguió el juicio en el que el testimonio de Paco se convirtió en la clave para condenar a Piter Akula, capo de un grupo mafioso conocido por un largo historial de crímenes y delitos. El ruso tenía fama de no olvidar a los que le delataban y se decía que había acabado con varios de sus compinches por una simple sospecha.

Gustavo está llegando a su casa cuando a lo lejos ve a su hija descender de un sedán negro con los cristales tintados. Como si le hubieran colocado alas en los pies, la alcanza en un suspiro para fundirse con ella en un abrazo infinito.

Mientras, en casa de Paco, la policía analiza el escenario del crimen y un psicólogo forense asiste a Maite que está rota por el dolor.



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Comentarios

  1. ¡Wow! Vaya no podía imaginar que era alguien más. Muy buen desenlace Mariángeles. ¡HUT AB!

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    1. ¡Muchas gracias, amiga! Me alegra haberte sorprendido. Un abrazo

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  2. Definitivamente, cuando empiezo a leer u a historia tuya, debo saber qué pasó. Muy buena escritora. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Carmen Lucía. Me alegra que te gusten mis relatos. Es un estímulo para seguir escribiendo.
      Espero que estéis todos bien en Villavicencio. Un abrazo

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