No es habitual oír gritos en la casa de mi vecina, pero últimamente parece que se hayan vuelto locos. Además, en pocas semanas me la he encontrado varias veces con la cara amoratada. La primera vez, según ella, había abierto una puerta con demasiado ímpetu y, por un error de cálculo, se la había estampado en toda la cara. La segunda, qué casualidad, explicó que, al abrir un armario de la cocina, un pote de miel le había caído en pleno rostro. Hoy, y ya van tres, cuando la he visto ha quedado claro que no tenía ganas de dar explicaciones, porque no ha esperado a bajar en el ascensor conmigo y se ha escabullido escaleras abajo a toda prisa. Así es que creo que no se trata solo de gritos. Me he pasado el día dándole vueltas al tema. Tantos accidentes caseros son demasiados y podrían esconder algo más grave. Me digo que tendría que hacer algo al respecto, pero no sé ni qué ni cómo. De momento todo son sospechas y no evidencias. Y, aunque no creo que me equivoque, lo más fácil es c...
Hola mariàngeles, m'encanta la sorpresa final del teu relat.
ResponderEliminarMoltes gràcies, Luïsa!
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