El extraño
Es cierto que era una persona un tanto enigmática. En eso estábamos todos de acuerdo. En lo que no había unanimidad era en definir la razón que lo hacía tan diferente.
La forma en que aterrizó en nuestras vidas distaba mucho de ser habitual. Se llamaba Kamil y llegó al instituto, casi finalizando el segundo trimestre, porque a su familia la habían trasladado por trabajo. No explicó mucho más. También es cierto que, en aquel momento, no estábamos demasiado interesados en conocer los detalles. Pasábamos de él.
Poco a poco su presencia empezó a hacerse notoria y no precisamente para bien. Era más alto que la mayoría de nosotros, delgado y con unos pelos que parecían haber sufrido los efectos de un huracán. Con un aire entre inocente y despistado, era el típico empollón que siempre conocía todas las respuestas y, a menudo, corregía las nuestras. Creía saberlo todo de todo y no tenía ningún interés en disimularlo. Algunos opinaban que era un genio; otros, como yo, pensábamos que era un pedante que solo quería llamar la atención.
Cuando se unió a nuestras salidas los fines de semana por la noche, nos dimos cuenta de otras rarezas. Como que ni siquiera esbozaba una sonrisa cuando explicábamos chistes, eso sí, sin dejar de observarnos. O que, en las peores discusiones, nunca parecía enfadado. Permanecía impasible. Otras veces se quedaba "colgado" en medio de una conversación, como cuando un ordenador deja de responder y muestra ese círculo intermitente que no para de girar sobre sí mismo.
Estábamos en un momento en el que, quién más quién menos, todos teníamos algún tipo de relación más allá de la simple amistad: nuestra chica o chico favoritos. Todos menos Kamil. Ni hetero ni homo. Nunca lo veíamos tontear con nadie. Nada de nada.
Además, ninguno de nosotros sabía donde vivía. Cuando le preguntábamos por su casa se limitaba a decir "está en la falda del Tibidabo". Nunca nos invitó a conocerla. Nos tenía tan intrigados que, un viernes por la tarde, Juancho y yo quedamos de acuerdo para seguirlo al salir de clase.
Le dimos un par de minutos de ventaja y comenzamos a caminar tras él. Cuando cogió los ferrocarriles catalanes en la plaza Molina, nos subimos en la parte trasera del vagón y le seguimos al bajar en la Avenida Tibidabo. Una vez allí, comenzó a caminar por la avenida a paso ligero a pesar de la subida. Tanto que nos era difícil no perderlo. Tampoco queríamos acercarnos mucho porque podía descubrirnos. Kamil sobrepasó la parada del funicular y siguió por la calle que va directa a la carretera de las Aguas. Juancho y yo nos miramos. ¿Vivía en la Casa Arnús? ¡No podía ser! Pero no. Pasó de largo. Una vez en la carretera de las Aguas empezó a subir entre los árboles. Estábamos a punto de rajarnos, pero nos pudo la curiosidad. A pesar de que los días comenzaban a ser más largos, el sol estaba ya muy bajo y no tardaría en anochecer. La idea de que allí sería difícil perderse, nos hizo continuar.
Por fin detuvo su marcha en una pequeña explanada rodeada de pinos, pero allí no había absolutamente nada. Kamil dio una ojeada a su alrededor y, por un momento, dirigió la vista hacia donde estábamos nosotros. Aguantamos la respiración hasta que desvió la mirada. No dio muestras de haberse dado cuenta de nuestra presencia. A continuación, lo vimos sacar lo que parecía un teléfono móvil. Lo manipuló durante unos segundos hasta que un estruendo nos hizo dar un brinco y una luz deslumbrante nos cegó.
Me desperté en mi cama como cualquier día después de haber bebido más de la cuenta. No tenía ni idea de qué o quién me había hecho llegar hasta allí. Me dolía la cabeza y me constaba pensar con claridad. Cuando pude reaccionar, lo primero que hice fue llamar a Juancho. No me sorprendió saber que él estaba igual que yo.
El lunes siguiente Kamil no se presentó en el instituto. Tampoco el martes, ni el miércoles. Desapareció como había llegado: inexplicablemente.
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Pensé al principio que se trataba de alguien con autismo o algo así. Muy diver! 😘😘😘
ResponderEliminarSí, podria haberlo sido, pero este personaje iba por otros derroteros.
EliminarMe alegro de que te haya divertido. Muchas gracias! 😘😘😘