El veredicto

 



La noticia corrió como la pólvora en el barrio donde vivía mi amigo Alexey. Se decía que había sido condenado por deserción y yo, que lo conocía bien, no me lo podía creer. Él siempre decía que se había unido al Ejército Rojo para defender el "pan, trabajo y libertad" que prometía Lenin. No, no tenía sentido que hubiera huido.


Durante su infancia, Alexey se había tenido que enfrentar a situaciones que lo habían marcado para siempre. Sin ir más lejos, con apenas ocho años, había visto morir a su padre de un disparo en la cabeza. Participaban en una manifestación pacífica en la que obreros y campesinos se habían congregado ante el Palacio de Invierno para presentar sus reivindicaciones ante el zar. No sé muy bien cómo empezó todo, pero dicen que se desencadenó un tumulto y la Guardia Imperial comenzó a disparar contra la multitud. Ese día murieron más de dos mil personas, entre ellos el padre de Alexey. Todavía hoy, los ojos de mi amigo se llenan de lágrimas cada vez que recuerda lo sucedido.


Antes de que se lo llevaran detenido, Alexey me explicó que había visto a dos malnacidos asaltar a un crío de unos ocho años y se le habían revuelto las tripas. Había sido como revivir su propia infancia y no se lo había pensado dos veces. Corrió en su ayuda. Yo hubiera hecho lo mismo; hay que ser un desalmado o estar muy mal para intentar robar a un niño una hogaza de pan. Pero, pienso yo, Alexey tenía la misión de entregar un comunicado urgente al coronel del regimiento, así es que, una vez espantados los malhechores, debería haber seguido su camino sin pérdida de tiempo. Pero, no lo hizo, se sintió en el deber de acompañarlo hasta su casa.


También me contó que, cuando llegó al regimiento, era ya muy tarde y el oficial de guardia no quiso dejarle pasar. Alexey intentó convencerlo por todos los medios sin conseguirlo y, al final, recibió orden de alejarse de cuartel. No tengo ningún motivo para pensar que podría no haberme dicho toda la verdad. Se rumoreaba que en el informe de los hechos que recibió el coronel constaba que el soldado Alexey Soloviev no solo no se había presentado y si no que, al parecer, había abandonado su puesto.


Lo último que he sabido de él es que, después del juicio, lo llevaron a la prisión donde van a parar todos los condenados a muerte. He intentado visitarle para decirle que yo sí creo en su inocencia pero, a pesar de mis súplicas, me han negado la entrada objetando que solo puede recibir visitas de su madre o hermanos.

***


Si te ha interesado esta historia aquí puedes leer la versión de su protagonista, Alexey.


Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay 

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Comentarios

  1. Como en la vida misma, Alexey es un personaje con luces y sombras.

    Un abrazo.

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