Errores que se pagan caros


—Y ¿a qué hora, dice usted que sucedió? —El inspector Romero golpea repetidamente el bloc de notas con el lápiz; poco amigo de las nuevas tecnologías, se resiste a abandonarlos. 

—Pues, no sé, no estoy segura… no lo puedo recordar con claridad —balbucea Maruja entre sollozos—, serían las tres o tres y media. Yo no estaba para mirar el reloj, inspector.

—Perdone que insista, señora Medina. Piénselo bien. Los detalles aquí son de suma importancia. Debemos revisar las cámaras de vídeo de la sucursal bancaria que está delante de su casa. Media hora parecerá poca cosa, pero no lo es.

—Lo intento, inspector, lo intento —Maruja, recostada en la camilla de la ambulancia, suspira y continua hablando con voz entrecortada por el llanto—. A ver, salí del restaurante pasadas las dos de la madrugada, no era demasiado lejos, así es que debí llegar a casa en cuestión de media hora.




Los ojos de Maruja se nublan de nuevo y  revive las imágenes  como si estuviera viendo una película de terror.

Está inquieta. Quizás no debería haber ido a esta cena, piensa. Llega al portal de su casa y se adentra en la portería. Un silbido suena en la oscuridad y siente que un escalofrío recorre su espalda. Pulsa el botón de la luz, sus ojos revisan la entrada sin ser capaces de descubrir nada. Uno, dos, tres pasos y habrá alcanzado el ascensor. Lanza una última mirada. Nada. Mientras sube, se dice que todo ha sido producto de su imaginación. Ya queda poco para llegar al rellano. Se abren las puertas del ascensor. Antes de que su pie toque el suelo, se oye un nuevo silbido. Su pulso se acelera y nota cómo se eriza el vello de sus brazos. Con mano temblorosa busca las llaves dentro del bolso. Pronto entrará en casa y estará a salvo. Un tercer silbido le hiela la sangre. Abre la puerta y una ráfaga de aire, o eso cree ella, la cierra de golpe detrás suyo, el estruendo resuena por toda la casa. “¿Otra vez se ha dejado Juani la ventana abierta?”, susurra para sí. 

Todavía con el pulso alterado, se dirige a su alcoba. Uno, dos, tres pasos y un impulso la hace girarse. Suena un nuevo silbido y entonces lo ve. Al principio cree que es un ladrón, pero enseguida lo reconoce.

—¡No te me acerques, cabrón! —alcanza a gritar Maruja. Pero el intruso, ya la tiene atenazada y a su merced. La arroja con violencia al suelo.

— ¡Ja ja ja! ¡Te dije que te encontraría, zorra! ¿Creías que te iba a ser tan fácil librarte de mí? ¡Una orden de alejamiento, a mí! No te resistas, bruja. Es inútil.  Voy a tomar lo que me pertenece.


Maruja es  incapaz de recordar nada de lo que pasó a continuación. Solo sabe que poco después de que él huyera, llegó su compañera de piso, que se encargó de llamar a emergencias. Llora con desconsuelo y se pregunta hasta cuándo tendrá que pagar su error.





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Comentarios

  1. Está muy buen creada la tensión, enhorabuena

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  2. Muy bueno el relato, pido tu permiso para narrarlo en un canal de lecturas que tengo en spotify o en youtube (https://www.youtube.com/channel/UCutitg8qHF1vHzq7g1bCtAA)..

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    1. Muchas gracias! Me encanta tu propuesta aunque, desafortunadamente, no me es posible aceptar. Tengo ya compromiso previo con otra persona para un canal de Youtube.
      Espero verte por aquí. Saludos,

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