Juegos peligrosos


Malena es muy aficionada a todo lo esotérico y le gusta hablar de sus experiencias paranormales. Cuenta, por ejemplo, que una vez estuvo en el umbral que separa la vida de la muerte y vio el túnel con una luz al final del que tanto se ha dicho. También explica que, en otra ocasión, necesitó la ayuda de una médium para liberarse de dos espíritus que se habían colado en su interior y que le hacían sentir un cansancio extremo. En su casa no es cosa rara que las puertas se abran y se cierren por sí solas, o que la televisión se encienda en mitad de la noche.

Un día, Malena propone a su amiga Adela, que también se siente atraída por estos temas, organizar una sesión de espiritismo. A esta última le pica la curiosidad y acepta. Además, por raro que parezca, consigue que su novio, Alex, un matemático que no cree en nada que no sea demostrable por teorema, la acompañe en el experimento.

Es sábado por la tarde. Malena ha escogido para la ocasión una sala amueblada con una mesa camilla, cuatro sillas y una estantería llena de libros. Con las cortinas echadas, apenas se filtra luz del exterior y una única lámpara de sobremesa proporciona una iluminación suave. A falta de güija, la chica ha dispuesto un círculo de letras y números y algunas palabras básicas como "sí", "no", "bueno" y "malo". En el centro, un vaso invertido hace las veces de "cursor".

Los tres se sientan alrededor de la mesa y la experiencia empieza. Malena lleva la voz cantante y les va diciendo lo que tienen que hacer. Es tan sencillo como un juego de niños. Deben colocar el dedo índice sobre el vaso sin ejercer ningún tipo de presión ni movimiento. Cuando todo está a punto, lanza una pregunta al aire:

—¿Hay alguien aquí que quiera hablar con nosotros?

El vaso se desplaza como una flecha hacia el "sí" y Malena prosigue:

—¿Eres un espíritu del bien?

Un portazo les hace dar un bote en la silla y las miradas se cruzan con un interrogante dibujado en el rostro.

—Ha debido ser el viento —dice Adela. Se giran y ven que la ventana está cerrada. Es imposible que haya corriente de aire, piensan, aunque no lo expresan en voz alta.

Malena repite la pregunta y, antes de que termine de pronunciar la última sílaba, un libro cae de la estantería y golpea el suelo con estrépito. Se produce un nuevo intercambio de miradas. Suenan unas risas nerviosas y Alex intenta hacerse el gracioso:

—Malena, me apuesto lo que quieras que este es un libro que has dejado a medias. Se ha sentido abandonado y ahora reclama tu atención. ¡Je je je!

La risa se le hiela en la cara cuando ve el gesto de preocupación de Malena que, a pesar de todo, pronuncia la pregunta por tercera vez.

Ahora, es el turno de la luz que empieza a oscilar, encendiéndose y apagándose. Al mismo tiempo, el cursor se dirige a la palabra "malo". La empuja hasta el borde de la mesa y palabra y vaso caen al suelo. La luz se apaga. Malena trata de encenderla y no lo consigue.

Ya nadie bromea. Intentan abrir la puerta, pero está atrancada. Cuando se dirigen a la ventana, un resplandor se cuela a través de la cortina. Debe ser una tormenta, dicen. Sin embargo, no se ve ni una nube en el cielo.

—El móvil, el móvil —susurra Adela—. Por lo menos podemos pedir a tu hermana que nos abra la puerta.

Malena niega con la cabeza y responde:

—¿Se te ha olvidado que os pedí que lo dejarais en la entrada?

—Pues, yo la tiro de una patada y listo.

—Mira que eres bruto, Alex. Y luego me la pagas. Espera a ver si lo solucionamos de otra forma.

No lo comentan, pero, a pesar de ser invierno, todos están empapados de sudor y la palidez les da un aspecto espectral. La cosa ya no tiene gracia.

Un nuevo relámpago ilumina la estancia y los batientes de la ventana se abren de par en par. Un remolino de viento lo invade todo. Las letras y los números giran sobre la mesa para salir volando por la ventana. Sentados en el suelo, se cogen de la mano y cierran los ojos, rogando que todo acabe de una vez.

Poco a poco, el viento va perdiendo fuerza. No saben cuánto tiempo ha pasado, pero, cuando abren los ojos, ya es de noche. El suelo de la habitación está sembrado de libros y la puerta está abierta de par en par.

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Foto de Pavel Danilyuk en Pexels

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Comentarios

  1. Manuel Serrano17 mayo, 2022 08:13

    ¡Qué chuto! menos mal que lo he leído de día. Muy bien narrado. has creado un ambiente perfecto.

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    1. Muchas gracias, Manuel. Me alegro mucho de que te haya gustado.
      Un abrazo

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  2. Muy buena esta incursión en el género fantástico. A mí el tema de los espíritus malignos y las posesiones es el único capaz de quitarme el sueño. Ni de coña participaría en una de estas sesiones. En esta, sin ir más lejos, me hubiera cagado encima...

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    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado, Javier.
      Es un terreno pantanoso en el que se te escapa lo que hay detrás. Yo creo que nuestra propia mente nos la juega.

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